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El desafío de la convivencia

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Una encuesta exclusiva de Selecciones revela las virtudes y los defectos de vivir en pareja.

“MI ESPOSO ESTUVO SIEMPRE a mi lado en los momentos difíciles, y yo supe que podía confiar en su fidelidad. Cuando perdí a todos mis familiares directos, fue él quien me dio apoyo moral y económico. Mi principal virtud es también ser fiel. Soy una mujer de carácter muy cambiante, y no sé expresar claramente lo que necesito. Pero nunca podría pensar en otra persona que no fuera mi esposo”, dice una docente universitaria santafesina de 44 años, y más de diez años de matrimonio.

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En una época en que el estrés y la crisis de la vida moderna han estigmatizado la convivencia, una encuesta exclusiva de Selecciones muestra que la gran mayoría de los argentinos está relativamente satisfecha con su vida de pareja, y en una escala de 1 a 10 ponen un 8,1 a su cónyuge en cuanto a sus aptitudes para convivir, y un 7,5 a sí mismos.

El sondeo también mostró que lo que más cuenta para quienes llevan una vida en pareja más o menos feliz no es el bienestar económico o el éxito social, sino una virtud más íntima: la fidelidad, elegida por el 76 por ciento de los encuestados como el elemento que más facilita la vida en común. En segundo y tercer lugar figuraron “El cuidado que el otro tiene por mí” (el 69 por ciento de los votos), y “Su presencia junto a mí cuando lo necesito” (el 68 por ciento de los votos).

El sondeo fue realizado vía Internet por la encuestadora D´Alessio Irol con un panel de 827 adultos de toda la Argentina que viven o vivieron en pareja. En ese cuestionario pusimos nombres concretos a los diferentes gestos en los que se expresa el amor (que obviamente hubiera resultado elegido como la principal virtud para la convivencia).

Para esto “desmenuzamos” el amor en un listado de treinta actitudes que hacen al vivir juntos, desde “Colabora con las tareas de la casa”, “Es puntual” y “Comparte sus emociones”, hasta aspectos como las creencias: “Comparte mi forma de pensar/valores”, o también la relación del cónyuge con el mundo externo a la pareja: “Sabe equilibrar su relación con su familia extendida y conmigo”. Los encuestados podían elegir más de una opción en esa lista.

EN LOS RESULTADOS FINALES, más que por un aspecto positivo de entrega exclusiva al otro, la fidelidad parece haber sido elegida por los encuestados como la virtud que se opone a la “infidelidad”. En este sentido, los sexólogos diferencian también la infidelidad emo- cional de la infidelidad sexual.

“En la mayoría de los casos, los hombres son mucho más sensibles a una infidelidad emocional de su esposa: ‘¡Cómo buscó soporte en otro hombre que no sea yo!’, y a las mujeres les cuesta mucho más superar la infidelidad sexual: ‘¡Cómo voy a volver a entregar mi intimidad a alguien que tuvo sexo con otra!’”, explica desde La Pampa la médica y sexóloga María Enma Rodríguez de Yep, de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.

La experta consideró que, en muchos casos, la infidelidad es uno de los traumas psicológicos más profundos que una pareja puede experimentar. “Para llegar al perdón entran en juego variables muy complejas de manejar como el estado psíquico de la persona, la autoestima y el nivel de seguridad en sí misma”, agregó.

Sin embargo, la cultura social juega un rol fundamental en la vida familiar, y las prioridades de cada pareja son muy diferentes en otras culturas. Reader´s Digest realizó esta misma encuesta, por ejemplo, en Holanda, una sociedad que mira a los compromisos matrimoniales con mucha más laxitud.

Al igual que en la Argentina, una mayoría absoluta (el 95 por ciento de los encuestados holandeses) dijo estar satisfecha con su vida en pareja, pero en el primer lugar de las virtudes que facilitan la convivencia colocó el “divertirse juntos”. Llamativamente, la fidelidad sexual figuró en el tercer lugar para los hombres holandeses y no figuró entre las diez prioridades que mencionaron las holandesas.

“Vivimos en una sociedad hedonista donde la gente considera algo esencial el divertirse juntos”, reflexionó sobre estos resultados el doctor Jan Latten, investigador de la oficina de Estadísticas de Holanda (CBS).

Cuidado y presencia

Mientras en la Argentina la fidelidad fue votada como la virtud más importante, sin importar sexo ni edad de los encuestados, hubo marcadas diferencias en la elección de las que fueron elegidas como la segunda y la tercera virtud según la cantidad de años de convivencia.

Quienes tienen menos de tres años de convivencia, dan prioridad al “saber compartir” y “el apoyo que el otro brinda en el desarrollo personal, trabajo o carrera”. Además ubican en un lugar destacado la importancia de la diversión y la compatibilidad sexual.

Pero las parejas de más de diez años de convivencia (que fueron la mayoría de las encuestadas) valoraron como importante “la presencia y los cuidados de uno para con el otro”.

Un hombre de 53 años que vive en la ciudad de Buenos Aires y se dedica al rubro turismo, calificó con un 9 a su esposa en la convivencia y explicó: “Ella me enseñó a amar. Cuando estuve enfermo, al borde de la muerte, nunca se despegó de mi lado —pese a que también tenía que cuidar a nuestra beba de 11 meses—. A los 45 años me quedé sin trabajo y sin un peso, y ella estuvo ahí también para luchar conmigo”.


Las mujeres argentinas consideran el desorden como el principal defecto, mientras que los hombres pusieron en primer lugar los celos.


Los cuidados y atenciones dentro del matrimonio pueden llegar a compensar otros desencuentros en áreas importantes como son los valores y creencias.

“La única diferencia que tenemos con mi esposo es por cuestiones políticas y religiosas. Pero él es una persona excelente, me acompaña siempre, no dejamos de preocuparnos el uno por el otro ni a sol ni a sombra. Por eso le pongo un 10 en cuanto a sus aptitudes para vivir bajo un mismo techo”, dijo una docente universitaria de 35 años, sin hijos, que vive en el Gran Buenos Aires.

En 2002 se realizó una encuesta a 5.000 personas para conocer cómo había repercutido en las relaciones la mayor crisis económica y social de la Argentina, que había estallado un año antes. Llamativamente, la mitad de los encuestados dijo que había fortalecido las relaciones con la persona que quiere y el 45 por ciento reveló que se había acercado más a su pareja durante ese año.

“Cuando se comparaba la relación con la pareja con el año anterior, el 28 por ciento confesó haberse llevado ‘mejor’ y el 43 por ciento, ‘bien como siempre’. Solo el 13 por ciento señaló que tenía una peor relación”, comenta Carola Pradas, investigadora de mercado de D’Alessio Irol.

¡Orden por favor!

Además de las virtudes, en nuestra encuesta consultamos “¿Cuáles son los defectos de su pareja que más entorpecen la convivencia?”. Aquí sí hubo una clara diferencia entre lo que piensan los hombres y las mujeres.

Una médica cordobesa, de 37 años, puso una calificación buena a su marido, un 8, con quien se casó hace 18 años. Sin embargo advirtió: “Mi esposo es atento, me trae el desayuno a la cama y me dice piropos. Pero su gran defecto es que es desordenado. La fórmula para sobrevivir fue aprender que cada uno tiene sus espacios y no nos ‘invadimos’, pero la convivencia sería mejor si colaborase con las cosas de la casa”.

El 38 por ciento de las mujeres argentinas votó “el desorden” como el principal defecto de su marido para la convivencia. Mientras que los hombres pusieron en primer lugar “los celos” de su esposa.

El desorden fue además reconocido por el 27 por ciento de las personas que estuvieron en pareja y ya no lo están, como el defecto propio que más complicó la vida en común.

El rol del sexo

Uno de los datos más sorprendentes de la encuesta fue la importancia que las parejas atribuyen al sexo como factor de éxito en la convivencia. En términos absolutos ocupa obviamente un lugar de relevancia ya que una mayoría, el 62 por ciento de los entrevistados incluyó “la buena compatibilidad sexual” entre las virtudes de su cónyuge. Pero en el sondeo se ubicó detrás de otras virtudes como la fidelidad, el cuidado y la presencia del otro, o la colaboración con las tareas de la casa.

“La vida sexual expresa una enorme cantidad de aspiraciones y necesidades importantes de la persona como el deseo de unidad, de dar y perpetuar la vida, de ser deseado, el placer de los sentidos. Sin embargo, en contradicción con creencias establecidas, la armonía sexual no suele ser la única ni la primera condición para el éxito de la vida en pareja”, afirma Alfredo Calvo, miembro de la organización PRH (Personalidad y Relaciones Humanas).

“Los medios de comunicación suelen dar una imagen sobredimensionada del rol de las relaciones sexuales. Los datos de esta encuesta se acercan mucho más a lo que percibimos cotidianamente en la atención de parejas. La fidelidad, la presencia, la ausencia o los cuidados del otro surgen más a menudo como motivo de conflicto en los matrimonios”, agrega Calvo.

¡Dialoguemos!

Otro dato llamativo del sondeo fue la importancia que las parejas atribuyen a la comunicación verbal.

La opción “Tenemos un buen diálogo” no fue votada entre las principales cinco virtudes ni entre los primeros cinco defectos que facilitan o complican la vida en común. Pero sí apareció como condición importante entre las personas que estuvieron en pareja y ya no lo están. Entre ellas, el 37 por ciento mencionó “la falta de diálogo” como uno de los motivos del fracaso de la convivencia (como si se tratase de una carencia que las parejas perciben cuando ya es demasiado tarde).

“Un fenómeno muy frecuente en la actualidad es que la buena comunicación es tomada como un don natural. No está el concepto de hacer un proceso, darse tiempo, aprender a dialogar y discutir, e ir mejorando poco a poco la comunicación, como se va perfeccionando por ejemplo la vida sexual”, reflexiona Alfredo Calvo (ver recuadro).

Una docente universitaria, de 30 años, licenciada en Ciencias de la Educación, contó cómo fue este aprendizaje del diálogo. “Cuando hay diferencias de criterio entre nosotros, si bien pueden surgir peleas o enojos, fuimos aprendiendo a esperar el momento ideal para hablar más tranquilos y aclarar lo que sentimos. No intentamos modificar las ideas del otro, sino de entender por qué el otro piensa de determinada forma”.

Pequeñas cosas

La encuesta de Selecciones finalmente brindó un muestrario muy divertido de las pequeñas cosas que ayudan o complican la convivencia.

Una profesora de inglés, de 41 años, que vive en el Gran Buenos Aires, calificó a su marido con un 4 y señaló: “Mi esposo no es compañero, no está cuando lo necesito, no comparte mis amistades ni mis proyectos”. Sin embargo, a la hora de rescatar algo positivo mencionó: “…pero todos los domingos se levanta temprano a la mañana para comprar facturas, y cuando nos despertamos está servido el desayuno para toda la familia”.

Un joven, de 28 años, viajante de comercio, recuerda con ternura la vez que tuvo una discusión con su esposa. En el ardor de la pelea surgió incluso el planteo de la posibilidad de una separación. “Pero de pronto nos empezamos a reír cuando caímos en la cuenta de que mientras discutíamos yo no dejaba de cebarle mates, y ella lloraba y me zurcía unas medias”.

La convivencia se condimenta con otras pequeñas delicadezas mencionadas espontáneamente en los testimonios: “Siempre dormimos abrazados”, “Me sorprende con regalos”, “dos por tres trae un champagne y brindamos… porque sí”.

Una mujer de 34 años se mostró también muy meticulosa a la hora de calificar a su esposo. “En principio le pondría un diez —dijo—. Pero le bajo un punto por lo posesivo que es con nuestras hijas (siempre tiene temor de un accidente, un secuestro o una tragedia). Le resto otro punto por cascarrabias, y otro más porque en casa no mueve un dedo”… y así fue como su esposo terminó calificado con un 7. Pero la señora no dudó en calificarse a sí misma con un 10: “Soy la mujer perfecta. No soy celosa, cocino, hago compras, saco a pasear a mis hijas y además trabajo fuera de casa. También sé de computación, pago las cuentas del banco, y sé de plomería y electricidad. Y como si fuera poco… soy una excelente nuera con mi suegra”.

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