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7 ideas para cuidar el medio ambiente en tu vida diaria

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Alternativas saludables para ayudar al medio ambiente sin hacer grandes cambios de hábitos.

Dubai, en los Emiratos Árabes, era un puerto reducido del golfo
Pérsico. Desde hace pocos años se ha convertido en un gran centro inmobiliario
y financiero donde invierten millonarios de todo el mundo. En medio del
desierto, hay una pista de esquí simulada. La nieve se genera artificialmente y
una maquinaria sofisticada contribuye a crear las condiciones necesarias para
que parezca una pista de verdad en una región que, durante el día, exhibe temperaturas
superiores a los 40 grados. Muy exótico, pero inconveniente para el planeta.
Alimentar la fantasía cuesta tanta energía como la que podría
consumir un pueblo de la provincia de Buenos Aires, o una fábrica mediana en
las afueras de Santiago. Haría falta desarrollar lo que el escritor Daniel
Goleman llama “La inteligencia ecológica”, es decir, aprender un poco más de
nuestras experiencias y de cómo las actividades del hombre interfieren en los
ecosistemas, de tal modo que hagamos el menor daño posible para poder vivir de
manera sustentable.
Goleman dice que “reconocer los impactos ocultos de lo que
compramos hará la gran diferencia, nos convertirá en consumidores calificados”.
Un grupo de consumidores londinenses parece darle la razón: decidieron dejar de
comprar carne de Brasil cuando supieron que los animales habían sido criados en
una zona del Amazonas desmontada para tal fin. Descubrieron el lado oculto,
decidieron que no era razonable y cancelaron sus compras.
Habitualmente conocemos las virtudes de lo que consumimos pero no
sus efectos adversos. Para eso es menester estar atentos y contar con la mayor
cantidad de información. A continuación intentaré mostrar algunos ejemplos del
nuevo consumo que propone el mercado atendiendo las demandas de consumidores
más exigentes y precavidos.

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Inventos que ayudan al medio ambiente:

1. El auto fantástico

La Argentina y Chile ya recibieron los primeros embarques de autos
“limpios”. Se trata de vehículos híbridos que funcionan con nafta y
electricidad y, según las condiciones de uso, pueden consumir 5 veces menos
combustible que un auto normal. El nivel de emisiones gaseosas es mínimo, son
absolutamente silenciosos y están compuestos por materiales reciclables en un
85 por ciento. El problema, por ahora, es el precio: en Chile, que cuenta con
los aranceles más bajos de la región para la importa- ción de autos e
incentivos para el desarrollo de tecnologías limpias, cuesta unos 30 mil
dólares y en la Argentina, el valor trepa a 50 mil. Este año, en la región presentarán
una cantidad simbólica pero en los Estados Unidos la marca que los fabrica
lleva vendidos más de un millón.

2. La bolsa de los mandados

Hay otras tendencias, más cotidianas, que marcan una preferencia
por el consumo responsable. Retomar la costumbre de ir al mercado con “la bolsa
de las compras”, como hacían las abuelas, u optar por los envases retornables,
es algo que parece una acción intrascendente. Sin embargo, el nailon y el
plástico de los envases de aguas o gaseosas tardan cientos de años en degradarse.
En los dos casos, la materia prima son los combustibles fósiles, un recurso no
renovable.

3. La comida casera

El consumo de alimentos es otra muestra de los nuevos hábitos y
las prácticas que rechazan agregados artificiales. Salsas elaboradas con tomates
naturales o la polenta con harina de maíz, sin sustancias “mágicas” que le
permitan cocinarse en un minuto, comienzan a ser consideradas. En los ejemplos
mencionados la diferencia se aprecia en el sabor, la calidad, el precio y la
certeza de ahorrarle males al ambiente debido a que no se utilizan químicos ni
envases y, en muchos casos, se fomenta el consumo de productos locales.

4. Un poco más caro, pero bueno

También está el caso de los alimentos orgánicos. Hay casas
especializadas que los comercializan y los supermercados los empiezan a
incorporar tibiamente porque, si bien cuentan con la garantía de haber sido
elaborados sin la utilización de agroquímicos y dañando lo menos posible el
aire, la tierra y el agua, suelen ser entre un 20 y un 50 por ciento más caros
que la mercadería tradicional. Hay vinos, aceitunas o lechugas producidos de
este modo. En Buenos Aires un kilo de arroz orgánico cuesta casi 3 dólares; los
tomates, 2; un kilo de lechuga, 3; medio kilo de yerba, 2 dólares; y la media
docena de huevos también 2. Según una encuesta de la Unión Europea, los
consumidores de la comunidad estarían dispuestos a pagar un 10 por ciento más
por productos que respeten el ambiente.

5. El pescado certificado

La depredación que han sufrido los mares de todo el mundo por
prácticas pesqueras que se concentraban en capturar tanto volumen como fuera
posible sin tener en cuenta la sustentabilidad del recurso y los colapsos
registrados en varias especies plantea  una mayor conciencia de los
límites. Así los Estados, en defensa del recurso escaso, y las empresas que no
quieren perder clientes, desarrollan mecanismos tendientes a transparentar la
información y valorizar las mejores prácticas. El “etiquetado ecológico” es uno
de esos instrumentos. Figuran detalles que garantizan buenas prácticas de
manipulación y procesamiento de los productos de mar. En América Latina se
detectan incipientes políticas de certificación de la pesquería industrial de
merluza en Chile, de la vieira y la merluza del Golfo San Matías en la Argentina,
y de la langosta en México. En los próximos 5 años serán pocas las pesquerías
de relieve a escala mundial que podrán darse el lujo de no exhibir el
etiquetado de referencia. Las “listas semáforo” que ya rigen en los Estados
Unidos o Europa constituyen otro indicador para facilitar elecciones
responsables. Se trata de cartillas que, bajo los rótulos verde, amarillo y
rojo, advierten qué especies pueden ser consumidas, cuáles son dudosas según el
origen, y cuáles están en peligro de colapsar. El tamaño del “semáforo” está
diseñado para llevarlo en la billetera con comodidad.

6. Menos pieles, más pétalos

En el diseño y los materiales utilizados en la confección de ropas
también se detectan mejores prácticas. Las pieles de animales exóticos han
dejado de ser un elemento de gracia y distinción para transformarse en símbolos
de maltrato y extinción de las especies tras campañas impactantes que mostraron
el modo sangriento con que se las mata para sacarles la piel. Los nuevos
diseñadores emplean el cuero ecológico y los comercios de las principales
ciudades presentan indumentaria teñida con pigmentos naturales en reemplazo de
las anilinas artificiales. La técnica es milenaria, bien simple, y se vale de
hojas, frutos maduros, verduras, raíces o pétalos de flores silvestres.

7. Otras yerbas

Las lámparas de bajo consumo que permiten ahorrar hasta un 75 por
ciento de energía, las bolsas oxibiodegradables que hacen desaparecer los
compuestos plásticos en tres meses, las pinturas ecológicas hechas con materias
primas de origen vegetal o mineral que no contaminan, las pilas recargables,
los termómetros para controlar la fiebre sin mercurio, cocinas solares,
juguetes sin pilas, casas diseñadas para optimizar el uso de la energía (mejor
ventiladas en verano y apropiadas para la conservación del calor en invierno),
las heladeras más eficientes, los celulares cuyos componentes se reciclan en un
ciento por ciento, dispositivos para gastar la mitad de agua durante la ducha o
cuando lavamos los platos, o el auge de la utilización de videoconferencias para
evitar el tráfico aéreo que genera emisiones contaminantes y contribuye al
calentamiento global.

Al momento de cerrar esta nota recibo la guía telefónica 2010; el CD que
contiene millones de números cabe en la palma de mi mano y pesa unos pocos
gramos. Ha reemplazado definitivamente a los tres volúmenes que llegaban a cada
usuario impresos sobre papel cuya materia prima es la madera.

El nuevo consumo nos permitirá ahorrar y ganar en eficiencia y
calidad. Impone la necesidad de mejores elecciones y una mayor responsabilidad.
Nos pide que estemos más atentos a las etiquetas que indican procedencia y
otros datos de elaboración.

Es muy importante conocer si un producto ha sido facturado
localmente, en la región, o si viene desde muy lejos. Cuando elegimos, validamos
mayor o menor emisión de gases y, si contamos con más información acerca de los
ingredientes utilizados para la elaboración, podríamos detectar el grado de
contaminación al que estamos expuestos o qué tipo de degradación generó en el
largo camino hasta llegar a nuestro hogar.

Nos obliga a entender que cuando descartamos las cosas sin darnos
la posibilidad de reciclar o reutilizar, estamos enterran- do en los basurales
algo más que un artefacto que hemos decidido dejar de usar. Con él se va la
materia prima que fue necesaria para su elaboración: maderas, minerales,
petróleo, preciosos nutrientes del suelo o el agua vital. El nuevo consumo nos
invita a no derrochar, a cierta constricción frente a lo dado y a ser más
generosos con el entorno y nuestros semejantes.

Ideas para cambiar hábitos y cuidar el medio ambiente:

  • Reutilice todos los envases posibles.
  • Opte por lámparas de bajo consumo.
  • Lleve su bolsa para hacer las compras y rechace las de plástico.
  • No compre juguetes con pilas.
  • Consuma frutas y verduras locales y de estación.
  • Utilice menos el auto. En trayectos cortos es preferible el transporte público, caminar o andar en bicicleta.
  • Ante una posible compra de algo que no sea imprescindible, haga el ejercicio de pensar qué materias primas se utilizaron para su fabricación y evalúe si realmente lo necesita.
  • Frente a la góndola, además de comparar precio y calidad, busque información que le permita reconocer “el lado oculto” del producto, si es que lo tiene.
  • Ejercite el hábito de ducharse en 3 minutos.
  • Utilice ambos lados del papel cuando deba imprimir algo. 

Los dulces de Nelly.

La especialidad de Nelly son los dulces de higos, peras, ciruelas y duraznos que saca de las plantas que bordean su casa. Los hace con las frutas que observa madurar hasta que considera que tienen el color y la textura necesarios para la cocción que vendrá. Las pela, las descaroza o les saca las semillas, y las pone a hervir. Las habitaciones se empapan de pera o durazno mientras revuelve con cucharón de madera. Deja enfriar y fracciona los dulces en frascos esterilizados que son todos diferentes: altos, más bajos, de bocas finas, más anchas, de tapas azules, blancas o doradas como las que traen los envases de aceitunas.

Nelly regala sus dulces. A la familia, a los amigos o a sus vecinos. A mí me tocan de vez en cuando. El mes pasado decidí que debía retribuir esas gentilezas y acordé con mi esposa dejar de tirar a la basura los frascos que nos quedaban tras consumir mermeladas, pepinos, morrones y otras conservas para mandárselos, que seguro les daría una buena utilidad. En menos de dos meses nos encontramos con que habíamos colmado una caja con esos envases que, de otro modo, posiblemente hubiesen entrado en el circuito del reciclado pero con un costo mayor para el ambiente.

Estos pequeños “trueques” son beneficiosos porque desechamos menos, nos hacen sentir muy bien porque ejercitamos la solidaridad, y además —en nuestro caso— nos permite reproducir en la ciudad, a unos 250 kilómetros de donde vive Nelly, el perfume de sus frutales y aquellos sabores de la niñez.

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