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Cómo funciona la suerte, explicada por expertos

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¿Puede cambiar su suerte? ¿Es la fortuna algo real? Es complicado decirlo. Hay veces que parece que todo sale mal.

No le dan el trabajo que solicitó, le duele la espalda, no sube el cierre de su vestido, su gato no deja de vomitar, etc. De pronto se encuentra con contratiempos de todo tipo y siente que su vida va de mal en peor. No es supersticioso, pero está comenzando a preguntarse si simplemente no tiene buena suerte. ¿Por qué parece que nada sale bien?

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Últimamente yo me he sentido así. Con la esperanza de que mi panorama mejorara acudí a tres expertos que me ayudaron a entender por qué creemos en la suerte y cómo podemos aprovechar esa creencia para hacer cambios reales en nuestra actitud hacia la vida.

¿Qué es la suerte?

La gente define la suerte de tres formas diferentes, según Jacqueline Woolley, profesora de psicología de la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos. En primer lugar, a menudo usamos el término suerte como un sinónimo de “azar”. Podríamos decir que sería cuestión de suerte ganar en una máquina tragamonedas aunque en realidad se trate de un suceso aleatorio. Otra forma de referirnos a la suerte es como “una fuerza sobrenatural que existe en el universo”, afirma Woolley.
Esta fuerza puede afectar a diversas personas en diferentes momentos de sus vidas, y hay quienes creen que también puede ser aprovechada a través de rituales o encantamientos. En tercer lugar, puede tomarse como una cualidad personal con la que se nace.

Pero, ¿realmente existe? Richard Wiseman, autor de El Factor Suerte y profesor de Comprensión Pública de la Psicología en la Universidad de Hertfordshire en Reino Unido, no cree que haya algo mágico o supersticioso sobre la suerte: no lo ayudará ni lo perjudicará en el casino. Por otra parte, considerarse como alguien afortunado o desafortunado es “una forma de verse a sí mismo que posteriormente tiene un impacto en su comportamiento y su forma de pensar, además de que termina convirtiéndose en una especie de profecía que se cumple”, comenta. “Entonces, en ese sentido, por supuesto que existe”.

Y ha “existido” durante mucho tiempo. “En cada cultura, a lo largo de la historia de la que se tiene conocimiento, las personas hablan de rituales supersticiosos o suerte, tal como nosotros lo hacemos ahora, incluso con los avances tecnológicos y la ciencia de hoy día”, según Wiseman. “Es algo muy profundo dentro de nosotros que se da cuenta de que nuestras vidas están regidas por el azar, y tratamos de hacer algo para controlarlo”.

Woolley está de acuerdo con esto. “A los humanos no nos gusta la incertidumbre”, asegura. “Cuando se siente poco control sobre nuestras vidas, como cuando se siente que las cosas suceden de forma aleatoria y que no dirigimos nuestras vidas, a menudo se buscan explicaciones sobrenaturales”.

La suerte en la vida real 

En 2017, Vik Loveday dirigió un estudio en Reino Unido en el que ejemplificaba este punto. Este profesor de sociología en Goldsmiths, en la Universidad de Londres, entrevistó a 44 empleados académicos que tenían contratos temporales, una situación laboral precaria que les causaba ansiedad e inestabilidad financiera.

En general, cuando alguno recibía buenas noticias con respecto a sus carreras profesionales, como conseguir un trabajo o una subvención, lo atribuían a la suerte. Como creían que tenían poco control sobre ello, pensaban que un cambio positivo sucedía por accidente y no por trabajar duro.

En un estudio realizado en 2020, así como en diversas investigaciones en curso, Woolley observó esta idea en los niños. Entre los cuatro y los ocho años, están expuestos al concepto de suerte a través de familia y libros. No obstante, sobre los diez años comienzan a volverse escépticos, ya que empiezan a darse cuenta de que “cuando piden un deseo no se cumple”, afirma. 

Aun así, esto no evita que persistamos en dicha creencia —e incuso en nuestra confianza en los encantamientos y rituales— cuando llegamos a la edad adulta. Por ejemplo, el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, jugaba al básquet para mejorar sus probabilidades electorales, y la superestrella Michael Jordan tenía que llevar sus pantalones de entrenamiento de la universidad debajo del uniforme de la NBA.

Woolley hace referencia a un estudio de 2010 en el que se descubrió que al decirles a los participantes que una pelota de golf era de la buena suerte sus probabilidades de hacer un putt aumentaban. “Obviamente, son los rituales supersticiosos los que dan confianza en uno mismo y uno juega mejor”, comenta esta.

Qué pensar de la suerte

¿Es posible cambiar su actitud sobre la suerte? Y de ser así, ¿esto podría llevarle a obtener mejores resultados?

Después de estudiar a personas que se consideran afortunadas y otras que se consideran desafortunadas, Wiseman descubrió que quienes “tenían buena suerte” maximizaban las posibilidades de sus oportunidades y se atrevían a seguir su intuición para aprovechar dichos momentos. 
“Si está relajado y feliz tiene una visión más amplia del mundo que lo rodea y puede ver más oportunidades”, afirma. “Si es una persona flexible, cuando dichas oportunidades se le presenten las aprovechará al máximo. Las personas afortunadas saben hacia dónde se dirigen, pero a menudo cambian de rumbo dependiendo de a dónde los lleve el viento”.
Las personas con suerte también esperan tener buena suerte y pueden transformar las malas experiencias en algo bueno. “No es ninguna sorpresa que tiendan a ser optimistas y también resilientes”, agrega Wiseman. “Si pasa algo malo piensan: ‘Podría ser peor’”.
Puede cambiar su enfoque hacia lo positivo si lleva un “diario de la buena suerte”, asegura Wiseman. “Cada noche puede dedicar 30 segundos escribiendo una cosa positiva que le haya pasado ese día o un sentimiento de gratitud hacia sus amigos, su familia o su salud, o incluso algo negativo que ya no le suceda”.
No sea un animal de costumbres: tome una ruta diferente cuando salga a caminar, vea otras series, hable con personas distintas… Prepárese para aprovechar cualquier oportunidad que pueda surgir. 
The Washington Post (8 de diciembre, 2021), Todos los derechos reservados ©2021 por The Washington Post

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