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6 formas de ahorrar energía

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El aumento de los servicios, nos lleva a rever qué cambios podemos hacer en nuestra vida diaria con el objetivo de ahorrar un poco. En este caso, enterate en esta nota qué hay que saber para reducir el consumo de energía.

1. Calculá el consumo de energía de tu hogar. Sumá todas las
cuentas de gas, electricidad y cualquier combustible que hayas usado en tu
hogar en los últimos 12 meses. Dividí el total entre el número de metros
cuadrados de tu casa, sin incluir la cochera ni los anexos. Pediles a tus
amigos y vecinos que hagan el mismo cálculo y compará los resultados para
averiguar quién ahorra más en ese rubro. Comentar y compartir ideas con ellos
sobre cómo reducir el consumo de energía y mejorar las instalaciones eléctricas
es de gran utilidad.

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2. Dejá de comprar lamparitas cada dos por tres. Es tan
molesto como costoso contar con una instalación eléctrica o con una lámpara que
exija cambiarle el foco de luz cada mes o cada dos meses (los fabricantes
esperan que no hagas nada y sigas comprándolos). La típica lamparita
incandescente de 60 watts tiene una duración de 1.000 horas. Si la usás 10
horas diarias, significa que debe durar 100 días (un poco más de 3 meses).
Entonces, si notás que las lamparitas se queman antes de la expectativa de vida
anunciada en el envase, quizás haya un problema. A continuación presentamos
tres posibles causas y sus respectivas soluciones:

• Mala ventilación: si al aislar las paredes y
techos de una habitación (para evitar la fuga de calor) se cubre una
instalación eléctrica, es probable que se sobrecaliente y se queme la
lamparita. El remedio: despejá esa área para que la instalación se ventile
bien.

• Potencia excesiva: si estás usando una lamparita de muchos
watts para una instalación “débil”, o una lámpara de esfera, el calor excesivo
podría quemar el filamento. El remedio: cambiala por una de bajo consumo.

• Las vibraciones: al igual que el calor, pueden hacer que
un filamento se queme antes de lo debido. El remedio: si tu lámpara o
instalación se encuentra en un área de mucho tránsito, cerca de una puerta que
se golpea o en un techo justo debajo de un espacio donde los niños no dejan de
saltar, reemplazá la lamparita incandescente por una de bajo consumo, que no
tiene filamento.

 

3. Disminuí la cantidad de tu recibo de luz. El ahorro de
energía se ha convertido en un tema candente y, conscientes de ello, los
publicistas intentan que los consumidores ingenuos compren toda clase de
productos inútiles para que, en teoría, ahorren dinero. Por ejemplo, en Estados
Unidos, una empresa fue multada por vender un líquido para cubrir las
instalaciones eléctricas supuestamente causantes de aumentos en el recibo de la
luz. Vas a ahorrar dinero si consumís menos energía. Mirá dos formas seguras de
lograrlo:

• En promedio, 20 % de lo que se paga por electricidad
corresponde a la luz. Sustituí las lamparitas de las cinco instalaciones
eléctricas que más utilizás por las de bajo consumo.

• Desconectá las baterías recargables. Pocas personas se dan
cuenta de lo que pueden llegar a provocar las baterías descargadas de los
teléfonos celulares, las computadoras portátiles, los electrodomésticos y
herramientas. Si ya terminaste de cargarlas, desconectalas; de lo contrario
sólo te estarán costando dinero.

4. Reducí los costos de calefacción y aire acondicionado. En
caso de que cuentes con una instalación de este tipo, que absorbe la mitad de
tu cuenta de electricidad o de gas, lo más sencillo y económico para reducir
las facturas es limpiar o cambiar los conductos de la calefacción y los filtros
del aire acondicionado con frecuencia. De no hacerlo, las unidades se forzarán
más, no calentarán o no enfriarán a su capacidad máxima, y quizás se
descompongan pronto. Los filtros son tan económicos que posponer su cambio no
tiene sentido (algunos incluso se pueden limpiar y canjear sin ningún costo).
Y, si tu casa tiene sótano, no olvides cerrar las rejillas de ventilación
durante el invierno.

 

5. No utilices la chimenea. Que no te importe lo
que el señor de la inmobiliaria haya insistido sobre el romanticismo de la
chimenea de tu nuevo hogar. Recordá que los médicos afirman que las chimeneas
contaminan el ambiente y sacan el calor (sí, leíste bien, la mayoría roba más
calor del que provee). Si alguien de tu familia padece asma o algún trastorno
respiratorio, no la enciendas. Pero si de todos modos te morís de ganas de
tener una, cerciorate de que sea de alta tecnología, concebida para dar calor y
expulsar el humo al exterior.

6. Desconfiá de las heladeras que, en teoría, consumen poca
energía. A los fabricantes y vendedores de línea blanca les encanta anunciar
que sus heladeras nuevas y más eficientes ahorran mucha energía. Aseguran que
las heladeras y los freezers son los aparatos que más energía consumen en toda
la casa, y que su eficiencia energética ha mejorado espectacularmente en las
últimas tres décadas. En este caso, todo lo que afirman es verdad. Una heladera
nueva promedio, con descongelado automático y freezer consume menos de 500
kilowatts-hora (kWh) al año, mientras que un modelo equivalente de 1973
consumía más de 1800 kWh, también al año. De todos modos, habría que
reflexionar acerca de cuántas personas realmente necesitaban cambiar su
heladera de 1973. Muchas, incluso con modelos más nuevos, se dejaron convencer
por la publicidad, la moda, el prestigio e incluso porque les aburrió la que
tenían, y corrieron a la casa de electrodomésticos a comprar nuevos aparatos
sin realmente haberlos necesitado. No sigas su ejemplo, porque al hacer los
cálculos uno se da cuenta de que el ahorro es relativo. El gobierno de Estados
Unidos efectuó un estudio a nivel nacional y halló que un modelo mediano de
2006, que funciona con poca energía, con descongelado automático y freezer, representaba
un ahorro de 7 dólares al año en relación con un modelo equivalente de 2001. La
diferencia en el gasto de energía entre este último modelo y uno equivalente de
1993 equivalía a 32 dólares al año, bastante poco como para justificar la
compra. Sin embargo, la diferencia respecto de modelos anteriores a 1990 ya era
sustancial: oscilaba entre los 130 y los 227 dólares anuales. Quizás tengas
otros motivos para cambiar de heladera, como el deseo de remodelar la cocina o
la auténtica necesidad de una más grande, pero, dada la escala de ahorro de
energía, sólo tiene sentido que lo hagas, desde un punto de vista financiero,
si la que tenés en la actualidad es muy vieja. En general, por regulaciones
oficiales de Estados Unidos, a partir de 1993 los fabricantes empezaron a
preocuparse por ahorrar energía, así que sólo vale la pena reemplazar el
aparato para gastar menos en luz si éste es anterior a ese año. Siempre analizá
cuánta energía gasta y comparala con otros modelos similares.

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