Inicio Selecciones Sabías que Una jornada de trabajo doméstico en la época victoriana

Una jornada de trabajo doméstico en la época victoriana

717
0

Trajines diarios pero propios de esa época.

¿Cómo se llevaba una casa en la época victoriana?

El día empieza temprano en la mansión de George Ridley, director de un astillero en Tyneside. Aún es de noche cuando Rose, la criada, se levanta una fría mañana de noviembre de 1865 y baja a la cocina. Saca las cenizas de la estufa de hierro fundido y la limpia hasta que reluce. Trae carbón del sótano, enciende el fuego en la cocina y pone a hervir agua. Luego reúne los zapatos de toda la familia para que los criados se ocupen de limpiarlos.

Publicidad

Su periódico está planchado, señor

Las tres doncellas trajinan sin parar en el piso de abajo. Rocían las alfombras con hojas de té húmedas para eliminar el polvo y barrerlas más fácilmente con sus escobas rígidas. Antes de que los señores bajen a desayunar todo debe estar limpio y reluciente. A las 8 en punto Polly, la doncella de la señora, despierta a su dueña con una taza de té. A la misma hora, el mayordomo del señor Ridley le lleva el periódico matutino, planchado con esmero para eliminar hasta la menor arruga, y un cuenco de agua caliente para que se afeite.

Las dos niñeras de la familia despiertan a los seis niños, les ayudan a lavarse y vestirse y los mandan a desayunar. Una se ocupa de bañar al bebé y darle su biberón de agua de cebada y leche. Uno de los criados toca la campana en el vestíbulo y el servicio al completo -mayordomo, cocinera, institutriz, criados, cochero y mozo de cuadra- se reúne para rezar sus oraciones y asistir a la breve lectura de la Biblia que el señor Ridley hace todas las mañanas. Los señores desayunan en el comedor: café, té, tostadas, panes, manteca, mermelada casera y miel, además de riñones, pescado, tocino, huevos y pollo asado. El servicio desayuna en la cocina: pan, pastel de carne frío o lonchas de cordero que han sobrado de la noche anterior y té.

Son las 9 y el señor es conducido en su coche de caballos hasta los astilleros. Su esposa, Catherine, lo despide en el porche y vuelve a la casa. Los niños mayores reciben de su institutriz la primera lección del día: aritmética. Las doncellas, provistas de escobas, plumeros y cepillos, proceden a hacer una limpieza a fondo de los dormitorios. Una vez a la semana abren y limpian las ventanas, barren las alfombras, abrillantan el suelo de roble con cera de abeja, hacen las camas, limpian los cristales, quitan el polvo a los adornos y los cuadros, ordenan los armarios y lavan las cortinas.

A media mañana el trabajo en el piso de arriba ha terminado y las doncellas pasan a su siguiente tarea. Con cepillos, bayetas y cubos de agua caliente, friegan arrodilladas el suelo de linóleo de las demás habitaciones. Luego le sacan brillo hasta dejarlo como un espejo. El mayordomo, la cocinera y la gobernanta preparan un almuerzo a base de carne fría para la señora. El servicio almorzará en el piso de abajo: carne fría o pan y queso, regados con agua o cerveza. La institutriz y los niños comen un poco de tarta.

«La chimenea está encendida, señora»

A las 2 en punto la señora se retira a su dormitorio, donde la doncella ha encendido un fuego que chisporrotea alegremente en la chimenea. Cuando empieza a oscurecer los criados encienden las lámparas de gas y cierran las cortinas de terciopelo de las habitaciones principales. A las 6 el señor vuelve a casa con tiempo para recibir a sus invitados, hombres de negocios como él, y a sus enjoyadas esposas.

Es casi media noche cuando los invitados se van. En la casa se preparan para dormir. Rose sube fatigosamente las escaleras hasta su minúscula habitación en el ático, mientras el viento del norte azota la casa. A la mañana siguiente tendrá que madrugar, como todos los días.

Artículo anteriorPascua, fiesta de fecha variable
Artículo siguienteSecretos de la música electrónica