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¿Por qué se tiran monedas a las fuentes para pedir un deseo?

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A lo largo de la historia el agua ha sido el símbolo de la fertilidad, y las monedas símbolo de buena suerte. Conozca la tradición de la fuente de buenos deseos.

No es de sorprender que las monedas y el agua figuren en tantas supersticiones y profecías. A lo largo de la historia, el agua ha sido el símbolo de la fertilidad, ya sin ésta nada vive o se regenera. Un recipiente lleno de agua era el símbolo egipcio de la maternidad. Y para agrado de dioses y demonios, gitanos y pordioseros, el dinero siempre ha tenido una magia infalible por sí mismo.

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Desde tiempos muy remotos hasta la actualidad, las personas han creído que la cualidad limpiadora del agua puede vencer las enfermedades y alejar la maldad. En las civilizaciones primitivas, a los recién nacidos se les sumergía en un lago o un río; esta costumbre aún persiste en nuestro rito bautismal.

Cuando una fuente brotaba de la tierra era un acontecimiento digno de culto y de respeto, pues se interpretaba como un regalo de los dioses destinado a curar las enfermedades. Debido a que el agua corriente refresca y enfría más que la de un estanque, se pensaba que poseía mayores propiedades curativas. Las aguas termales y los manantiales de agua mineral resultaron ser las fuentes más benéficas, los enfermos se sumergían en éstos para curarse rápidamente de sus dolencias, tal y como lo hacen hoy día otros tantos pacientes.

Propiedades mágicas del agua y las fuentes

Las mágicas propiedades del agua hicieron que se desarrollaran diversas prácticas destinadas a agradar a los dioses que habían otorgado dichos beneficios. Como se afirmaba que el agua contrarrestaba a los malos espíritus, se creía que era de mala suerte arrojarla después del anochecer, cuando se suponía que tales espíritus andaban sueltos.

En algunas sociedades se acostumbra que, antes de la boda, la novia tome un baño como ritual en un determinado río o estanque, ya que esto la protegerá contra mala suerte y la infertilidad en su vida matrimonial. Otras culturas tienen la creencia de que ciertos espíritus viven dentro de algunos pozos o fuentes, por lo que su agua tiene poderes extraordinarios; muchos de estos pozos fueron más tarde dedicados a los santos.

En el año 77 de nuestra era, el historiador romano Plinio el Viejo recomendaba mezclar, por partes iguales, el agua de tres manantiales distintos para curar las fiebres tercianas. En una fuente termal en Bath, Inglaterra, se encuentra una inscripción en latín sobre una tablilla de plomo, hecha por un antiguo romano en el año 200 que estaba dirigida a la diosa Sulis y dice así: «Maldigo al que robó mi capa, ya sea hombre o mujer, libre o esclavo. Que la diosa Sulis no deje al ladrón dormir mientras no devuelva la capa a este templo.»

Los campesinos irlandeses y escoceses buscaban fuentes cercanas a robles o a grandes rocas. Decoraban las ramas de los árboles o las piedras con tiras de lienzo y luego les escupían encima, en la creencia de que este ritual los protegería a ellos y a su ganado contra las infecciones que los druidas podrían mandarles.

La tradición de arrojar monedas

Desde las primeras monedas, hechas probablemente en Asia Menor por los lidios hasta las actuales, estas pequeñas piezas de metal han sido consideradas como símbolos de buena suerte. Hoy día es muy común verlas en pulseras y collares. Algunas novias ponen una moneda dentro de su zapato y muchas personas se niegan a gastar su moneda de la suerte.

En las sociedades primitivas, la gente creía que arrojar un regalo al agua agradaría a los espíritus que vivían dentro de los pozos o que, según ellos, habían hecho brotar un manantial. Plinio, el Joven dice que una fuente cercana a Roma era «tan clara y transparente que se podían contar las moneditas que le habían echado».

Hace apenas un siglo, los ingleses arrojaban alfileres (a los cuales estaban ligadas otras supersticiones) a los pozos para que los protegieran de ser embrujados. Otros más, siguiendo una antigua tradición, dejaban caer una piedrita y formulaban un deseo al momento en que ésta entraba en el agua.

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