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Caribúes y charranes recorren grandes distancias cada año.

El azaroso viaje de los caribúes

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En algunas regiones de América del Norte y del Ártico, las piedras han sido desgastadas por las pezuñas de las incontables generaciones de caribúes que han seguido la misma ruta durante los viajes migratorios que realizan dos veces al año. El caribú, pariente cercano del reno europeo, viaja al sur en invierno, a los bosques de coníferas de Canadá y Alaska. Ahí, estos animales cavan en la nieve en busca de hongos, musgo y líquenes. Cada caribú come unos 5 kg de comida al día. Al principio de la primavera, las manadas se desplazan con lentitud de regreso al norte, siguiendo rutas establecidas, hasta llegar a la tundra. Una sola manada puede tener miles de miembros, que a veces viajan formados en una fila donde las hembras ubicadas al frente están separadas unos 240 km del macho dominante que va en la retaguardia. Toda la manada tarda varias semanas en cruzar el terreno congelado.

El corto verano de la tundra representa para las manadas una pastura suculenta aunque existan algunos osos, lobos y águilas que ataquen. Poco después de su llegada, cuando se encuentran en condiciones de seguridad, las hembras paren a sus cachorros. A mediados del verano, estos son destetados y las manadas se dispersan en la tundra para alimentarse de los nuevos brotes. Al final del celo de otoño, los caribúes inician su largo viaje hacia el sur, donde pasarán el invierno.

El largo viaje anual de los charranes

De todos los animales que emigran anualmente en busca del sol de verano, el charrán ártico realiza el vuelo más largo. Algunos viajan desde el Círculo Polar Ártico hasta los lugares donde se alimentan, situados a unos 13.000 km, en los mares del Sur. Las aves que anidan más al norte viajan más al sur. Durante su vida, que puede ser de hasta 30 años, algunas pueden llegar a viajar 1.000.000 de kilómetros.

Anualmente, en otoño, los charranes que se han apareado en Canadá y en Groenlandia vuelan hacia el oeste a través del Océano Pacífico antes de desviarse hacia el sur a lo largo de las costas occidentales de Europa y África. Algunos se detienen en Sudáfrica y otros llegan hasta las islas cercanas a la Antártida. Allí cambian de plumaje y se alimentan de los peces que hay en las heladas aguas. En febrero, las aves maduras emprenden el largo viaje de regreso a casa, pero las que solo tienen un año de edad vuelan rodeando el Polo Sur para pasar el verano en el Pacífico Sur. Aún no se sabe cómo encuentran estas aves el camino que las ha de llevar a una zona que ni siquiera conocen. Solo en su tercera primavera, los charranes jóvenes se unen a los adultos en su viaje a los terrenos reproductivos ubicados en el norte.

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