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Los primeros pronósticos del tiempo

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No siempre se basaron en principios científicos.

Los primeros pronósticos del tiempo

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Durante la exposición universal de 1851, celebrada en el Palacio de Cristal de Londres, un tal Dr. Merryweather presentó su «Indicador de tempestades», un invento que consistía en que «al menos una de las doce sanguijuelas introducidas en botellas de agua hacía sonar una campana cuando se aproximaba la tempestad».

Merryweather creía que las sanguijuelas subirían a la superficie, donde se encontraban las campanas, al acercarse la tormenta. El inventor sugirió al gobierno la instalación de este tipo de «aparatos» a lo largo de la costa, pero su oferta fue rechazada y el invento quedó olvidado.

Los trabajos de Merryweather se inscriben en la dilatada tradición europea de predicciones del tiempo mediante la observación del comportamiento de los animales, las plantas y otros fenómenos naturales.

Uno de los primeros estudios sobre el tema fue la Meteorológica de Aristóteles, escrito en el siglo IV a. C., donde se debatía el significado de fenómenos como el arco iris. En Europa abundaban los conocimientos meteorológicos: creencias tradicionales cristalizadas en proverbios y refranes. Muchas de estas creencias se basaban en la observación empírica y siguen siendo válidas en la actualidad. La fase y la posición de la luna parecían tener un significado especial. Gran parte de los dichos populares relacionados con la luna siguieron usándose durante mucho tiempo después de que los científicos descubrieran que la luna no influía en las condiciones atmosféricas.

Amenaza de viento y lluvia

Los profetas del tiempo más respetados eran quienes vivían a merced de los elementos. Los marineros y los pastores tenían fama de ser los mejores. Uno de los primeros textos de predicción meteorológica se publicó en Inglaterra en 1670 bajo el título de El legado del pastor. Sus ejemplos se basaban en el estudio de los vientos, las nubes y las nieblas, que ya formaba parte de la tradición.

Muchas de las observaciones contenidas en el texto siguen siendo muy populares en la actualidad: «Sol muy rojo, agua en el ojo». Algunas de sus conclusiones eran incorrectas, pero los meteorólogos modernos atribuyen a estos textos el mérito de identificar algunos de los principios básicos de la meteorología, como la tendencia de un fenómeno a durar varios días una vez que ocurre. Además, ciertas investigaciones realizadas en la década de 1920 revelaron que en siete de cada diez ocasiones el sol rojo traía lluvia.

El comportamiento de las plantas y los animales resulta también muy útil para la predicción del tiempo. La pimpinela escarlata era el barómetro del labrador en muchas zonas, porque reaccionaba rápidamente a los cambios atmosféricos. Cuando las flores abren sus pétalos es indicio de buen tiempo; ante la llegada de la lluvia, las plantas reaccionan a la humedad cerrando los pétalos, a fin de mantener el polen seco. Los proverbios y refranes indican que la sabiduría popular ya había definido con bastante exactitud los cambios en la presión atmosférica mucho antes de que los científicos comprendieran sus causas.

Una columna de mercurio para predecir el tiempo

El científico italiano Evangelista Torricelli estaba fascinado por las curiosas fluctuaciones del mercurio contenido en un tubo de cristal, abierto en su parte inferior y colocado por el extremo abierto sobre un recipiente lleno de este elemento. Tardó en darse cuenta de que la subida y la bajada del mercurio reflejaba los cambios en la presión atmosférica. Torricelli acababa de inventar el barómetro. Tras su presentación, en 1643, resultó cada vez más evidente que la columna de mercurio descendía con la llegada del mal tiempo y ascendía cuando el tiempo mejoraba.

Avisos de tormenta

Años más tarde, en 1660, el físico alemán Otto von Guericke fue el primero en anticipar con éxito una tormenta, con ayuda de un barómetro. Pronto se descubrió, sin embargo, que la meteorología está influida por numerosos factores al margen de la presión atmosférica, y que para obtener predicciones más fiables era preciso coordinar las observaciones realizadas en una amplia zona. En el siglo XVIII se descubrió que la variación de la presión atmosférica en diferentes lugares estaba relacionaba con la velocidad del viento. Ello indicó que las zonas de altas y bajas presiones se desplazaban como sistemas meteorológicos. En 1854 se creó el Instituto Meteorológico británico y a partir de ese momento se empezaron a ofrecer previsiones meteorológicas modernas basadas en las lecturas del barómetro y otros indicios.

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