Inicio Selecciones Sabías que Los ojos, según pasan los años

Los ojos, según pasan los años

168
0

Con el paso del tiempo, los cristalinos de nuestros ojos pierden elasticidad y la capacidad de enfocar de cerca y de lejos.

¿Por qué la vista se deteriora al envejecer?

Publicidad

No es raro ver a una persona de mediana edad sostener un libro a la distancia de sus brazos para leerlo, o batallar cierto tiempo para ensartar una aguja. Ambos son síntomas de presbiopía: la dificultad para enfocar objetos cercanos. Con el paso del tiempo, los cristalinos de nuestros ojos pierden elasticidad y la capacidad de enfocar de cerca y de lejos. Muchas personas presentan esta anomalía a los 40 años; en especial cuando leen. Las letras se vuelven difusas y lejos de adaptar nuestros ojos, tenemos la tendencia a alejar el libro un poco. No pasa mucho para que enfoquemos a una distancia más o menos constante.

Algunos descubren que se vuelven cortos de vista al envejecer. Ven las cosas claramente a corta distancia, pero los objetos lejanos se vuelven borrosos. Esta condición se conoce como miopía, palabra de origen griego que significa «acercar el ojo». Los miopes desarrollan el hábito de entrecerrar los ojos, lo que les brinda una mejor visión. En la miopía, el globo ocular se alarga demasiado del frente hacia atrás, de manera que la luz de los objetos distantes llega a un punto focal anterior a la retina. En lugar de proyectar una imagen nítida, los objetos aparecen borrosos. La gente corta de vista suele encontrar que cuando envejece no necesita lentes para leer.

Los hipermétropes tienen el problema opuesto: sus globos oculares son demasiado cortos del frente hacia atrás; distinguen bien los objetos a distancia, pero el punto focal de los más cercanos se halla detrás de la retina. Los bebés tienen esta característica: ven bien de lejos, pero durante los primeros 3 a 6 meses sus ojos no enfocan bien los objetos cercanos y entonces cada ojo tiende a vagar por separado, en vez de funcionar a la par.

Artículo anteriorSan Petersburgo, ambición y arte
Artículo siguienteLas invaluables marismas