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Los intrincados mosaicos romanos

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Una técnica minuciosa que aún hoy resulta compleja a quienes quieren imitarla. ¿Cómo elaboraban los romanos sus intrincados mosaicos?

El cliente se decide

El cliente no lograba decidirse. Había escogido los motivos de la cenefa y dibujos de las cuatro estaciones para las esquinas, pero dudaba sobre el panel central. ¿Debía ser circular o hexagonal, representar a Diana o a Venus? Repasó el libro de muestras por enésima vez. Corría el siglo II aC y el acaudalado dueño de una villa había ido a la vecina provincia de Susa para encargar un mosaico al maestro Macarius, afamado por sus elaborados diseños. Cuando el cliente al fin se decidió por una figura de Venus colocada en un panel circular, Macarius concertó una cita para que su ayudante midiera la habitación donde había de colocarse el mosaico.

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El mosaico va cobrando forma

Quedaba aún por dilucidar otra importante cuestión: dónde se iba a montar el mosaico. ¿Iban a hacerlo directamente en casa del cliente o prefería este que lo montaran primero en el taller? Esta vez no hubo duda. El cliente, que no quería tener a los trabajadores importunándole en casa durante varias semanas, decidió que el mosaico se confeccionara en el taller. Una vez tomadas las medidas, Macarius dibujó el boceto del mosaico basándose en su libro de muestras. Después se lo entregó a dos aprendices que se encargarían de fabricar el mosaico en el taller. En primer lugar, llenaron de arena unas bandejas de madera de alrededor de 1 m2 y trazaron el dibujo en ellas. A continuación, fueron rellenando cuidadosamente los perfiles con cuadraditos planos de piedras de colores, llamados tesserae (teselas). 

Cuando un panel quedaba concluido, se cubría de cola y se le colocaba encima un lienzo de lino para fijar bien las teselas. Con la cola ya seca, se daba la vuelta al panel y se cubría por debajo con una capa de mortero hecho de cal y de arena. Una vez que el mortero había fraguado, el panel se volvía a colocar boca arriba, se desprendían el lino y la cola con agua caliente y se pulían las teselas. Una vez listos, se llevaban en carros hasta el río y se cargaban en una barcaza para transportarlos hasta la villa del cliente. Allí, Macarius supervisó la colocación de los paneles sobre un lecho de mortero, encajándolos como piezas de un rompecabezas.

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