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La "fábrica de inventos" de Edison

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El portentoso taller de un mago moderno

La “fábrica de inventos” de Edison

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A la edad de 30 años, Thomas Alva Edison decidió que había llegado el momento de alejarse de Newark (Nueva Jersey) y de los problemas que planteaba la manufactura de sus propios inventos, para dedicarse a investigar y a desarrollar nuevas ideas. En 1876, con el dinero que produjo la venta de su último invento, Edison encargó la construcción de una «fábrica de inventos» en Menlo Park, una plácida aldea de solo seis casas situada a 39 km de Nueva York.

El nuevo edificio de dos pisos fue el primer laboratorio de investigación dedicado a realizar inventos prácticos en lugar de investigaciones académicas. La planta baja alojaba una pequeña biblioteca, una sala de dibujo, un cuartito para hacer experimentos químicos y una oficina. La planta superior era un espacio diáfano que hacía las veces de «taller». Con los años, la «fábrica» se iría expandiendo.

Sin reparar en gastos

Menlo Park era uno de los laboratorios mejor equipados de la época. Montarlo costó entre 40.000 y 100.000 dólares. Microscopios, bombas de aire, tornos, taladros, garlopas y fresadoras compartían el espacio con los más modernos ingenios eléctricos: generadores de chispa, bobinas de inducción y aparatos para medir la luz y la electricidad. Un motor de vapor de 80 caballos alimentaba los generadores de electricidad.

Según le explicó Edison a un amigo, del taller saldría «un invento de poca trascendencia cada diez días y algo importante cada seis meses». El propio Edison proyectaba los inventos en la sala de dibujo. Después, el dibujante y jefe del taller Charles Batchelor, solía darles el toque final. Edison apreciaba tanto la labor de Batchelor que le concedió una participación en los beneficios de cada invento. El resto del equipo trabajaba por horas. Francis Upton, doctor en física matemática por la Universidad de Princeton, realizaba los cálculos complicados. «Doc» Alfred Haid estaba a cargo de los experimentos químicos. Por último, el mecánico jefe, John Kruesi, transformaba los dibujos en inventos prácticos.

El personal de la «fábrica» fue creciendo con el tiempo, hasta llegar a más de 80 empleados en 1882, año en que Edison abandonó Menlo Park para encargarse de montar el sistema de alumbrado eléctrico de Nueva York. Se trabajaba en equipos, coordinados por un investigador y asistidos por especialistas, como mecánicos o sopladores de vidrio. Durante los seis años en que Edison estuvo al frente de Menlo Park, la «fábrica de inventos» produjo más de 400 patentes.

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