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La escritura en código

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El arte de pasar mensajes secretos.

¿Un código inviolable?

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Alberti ideó un disco que constaba de dos esferas unidas en el centro. En la esfera exterior escribió veinte letras del alfabeto (excluyendo h, j, k, u, w, y) y los números del 1 al 4. En el borde de la esfera interior escribió el alfabeto latino desordenado. Para componer el mensaje, el emisor tomaba una letra de la esfera exterior y consultaba su equivalente cifrado en la esfera interior. Tras un determinado número de letras, giraba la esfera interior un determinado número de posiciones, de tal modo que el alfabeto pasaba a estar representado por un conjunto de signos diferente. El receptor disponía de un disco idéntico y sabía cómo usarlo. Otro sistema polialfabético consistía en escribir las letras del alfabeto repetidamente en una tabla. En su versión más simple, la primera línea correspondía al alfabeto normal (az): la segunda línea comenzaba el alfabeto por la «b» y terminaba por la «a»; la tercera empezaba por la «c» y terminaba por la «b», y así sucesivamente. El emisor y el receptor acordaban una «clave», que podía ser una palabra o una frase. Para cifrar el mensaje, el receptor escribía el texto normal debajo de la clave, repetida tantas veces como fuera necesario. Si la clave era, por ejemplo, DIFFICILE, y el mensaje, «vete inmediatamente», escribía:

Clave: D I F F I C I L E D I F F I C I L E

Texto: v e t e i n m e d i a t a m e n t e

Texto cifrado: y m y j p o t o h l i y f t g u e i

Para crear el texto cifrado se observa en primer lugar qué letra de la clave aparecía sobre cada letra del texto. Si por ejemplo, la letra de la clave es «c» el alfabeto del cual se toma la letra cifrada comienza con la «c», de tal modo que la letra correspondiente a la «l» del texto se cifra como «n».

¿Una clave dentro del mensaje?

Para evitar que las claves cayesen en manos del enemigo, el diplomático francés Blaise de Vigenère desarrolló la «autoclave». La clave iba contenida dentro del propio mensaje, señalada por una «clave principal», una letra o letras que el destinatario reconocía como tal. De este modo, la clave cambiaba en cada mensaje.

Los códigos polialfabéticos se consideraban indescifrables. Sin embargo, cuando el emisor o el receptor cometían un error, el texto carecía de sentido. Para evitar este problema hubo que esperar a que las máquinas fueran capaces de generar códigos. El sistema Enigma, usado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, se basaba en un proceso de este tipo.

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