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El por qué de las damas de honor

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En la antigüedad, con las damas, que vestían igual que la novia, se pretendía confundir a los malos espíritus celosos de la dicha ajena.

El por qué de las damas de honor

En la antigüedad, una novia no debía distinguirse de sus damas de honor. La joven que iba a casarse escogía a las muchachas que más se le parecían y todas vestían trajes iguales.

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Esta similitud pretendía confundir a los malos espíritus que, celosos de la dicha ajena, tal vez intentaran obstaculizarla.

En teoría, las damas brindan seguridad, y más si es difícil distinguir a una de otra, por eso la novia se rodeaba de chicas parecidas a ella.

En la antigua Roma los matrimonios se llevaban a cabo en presencia de diez testigos y algunos historiadores han encontrado que la costumbre de tener madrinas y padrinos en las bodas proviene de aquellos tiempos. A veces, las damas y los padrinos estaban allí para defender a los prometidos de algún posible ataque. Hasta la Edad Media, no era raro que un pretendiente rival, acompañado de sus amigos, raptara a la novia durante la ceremonia de casamiento.

Una dama de honor puede adivinar lo que el destino le depara si observa ciertas señales: un tropezón en el camino al altar disminuye sus posibilidades de contraer matrimonio, y si es dama tres veces, quiere decir que se quedará soltera.

El número tres se relaciona con la buena o la mala suerte. Para una dama de honor, esa cifra presagia enfermedades, a menos que vuelva a ser dama en otras cuatro bodas. El número siete, el de los días de la semana, es de buena suerte, pues está unido a las fases de la Luna. Si una dama experimenta siete veces cualquier cambio, entonces tendrá buena suerte.

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