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El descubrimiento de la piedra Rosetta

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Fue por casualidad que un teniente francés descubrió la piedra Rosetta, en la zona del río Nilo.

¿Cómo fue el descubrimiento de la piedra?

Entre las tropas del ejército de Napoleón Bonaparte que invadió Egipto en 1798 -campaña que duró dos años- iba un grupo de estudiosos cuyo trabajo era recuperar y estudiar restos arqueológicos. Pero fue por casualidad que un teniente apellidado Bouchard descubriera la piedra Rosetta. Al parecer estaba supervisando unas fortificaciones en Rashid (Rosetta), en la ribera occidental del delta del Nilo, cuando de pronto halló la piedra de basalto negro incrustada en una pared moderna y medio enterrada en el lodo.

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Cuando se comprendió la importancia de las inscripciones, la piedra, que mide 1,14 metros de altura y 72 centímetros de ancho, fue llevada a El Cairo y después a Alejandría. El ejército francés se rindió ante los ingleses en 1801 y la piedra está hoy día en el Museo Británico.

La escritura de los persas antiguos

Hace más de 2.000 años se usaba en Persia (hoy Irán) un puntiagudo utensilio llamado estilo para inscribir en tablillas de barro unos símbolos en forma de cuña: la escritura cuneiforme, a veces grabada también en piedra. García Silva Figueroa, embajador español en Persia, fue el primer europeo que describió dicha escritura, en 1618; él estudió las ruinas cercanas a Shiraz -donde vio los extraños signos- y afirmó que eran de la antigua capital de Darío el Grande, Persépolis, del siglo VI antes de Cristo.

Pero no fue sino hasta más de 200 años después que pudo descifrarse la escritura cuneiforme, gracias al trabajo del profesor alemán Christian Lassen y del oficial inglés Henry Creswicke Rawlinson, que investigaban por separado. Ambos se basaron en la obra del erudito danés Georg Friedrich Grotefend, que había descifrado los nombres y títulos de los reyes Darío y Jerjes.

Lassen, estudioso de idiomas, se ocupó en comparar los pocos textos cuneiformes que había con otras lenguas, entre ellas el sánscrito. Y Rawlinson estudió la inscripción grabada en una roca situada a 60 metros del suelo en las montañas Zagros, cerca de Behistún, en el oeste de Irán. Su traducción de los dos primeros párrafos, terminada en 1837 tras varios años de trabajo, concordó con la de Lassen, publicada en 1836.

El desciframiento de la escritura cuneiforme dio pauta a la comprensión de por lo menos seis lenguas antiguas, entre ellas la babilonia.

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