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Casas medievales: construidas para durar

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Los albañiles cubrían con paletas de albañil tabiques de ramas entretejidas. Para ello usaban una mezcla de barro húmedo, paja, pelo y estiércol de vaca.

Construcción duradera

Los albañiles cubrían con sus paletas de albañil tabiques de ramas entretejidas. Para ello usaban una mezcla de barro húmedo, paja, pelo y estiércol de vaca. La pared cobraba forma poco a poco y los hombres dejaban de verse.

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La casa que estaban construyendo formaba parte del gran auge constructor de finales del siglo XVI, cuando muchas de las endebles construcciones medievales fueron sustituidas por sólidos edificios de roble. Las paredes de madera y barro se construían sobre una estructura principal de vigas de roble. La madera se cortaba cuando aún estaba verde, a fin de moldearla con mayor facilidad. Una vez seca, la madera se alabeaba ligeramente, confiriendo a los edificios esa apariencia irregular que aún conservan en la actualidad.

Un hogar para siempre

Uno de los inconvenientes de la madera era que acababa pudriéndose con el paso del tiempo a consecuencia de la humedad, con lo que la construcción podía venirse abajo. Para evitar el problema se erigía el armazón de madera sobre un plinto de piedra o ladrillo, construido antes que la propia estructura o una vez terminada ésta. La forma de construcción más común era la «compartimentada», con largos tablones de madera unidos por vigas transversales.

Los distintos armazones de la casa -uno para cada costado, más los tabiques, el suelo y el tejado- se construían en el taller de un carpintero, y una vez listos se trasladaban al lugar de la construcción. Allí se levantaban y aseguraban con pernos de madera antes de cubrir los huecos entre las vigas con una red de ramas entrelazadas y la mezcla de barro, paja, pelo y estiércol de vaca.

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