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Billetes, monedas y oro

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La forma de comercio más antigua fue el trueque, pero sus limitaciones lo hicieron poco práctico.

¿Por qué usamos billetes y monedas?

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La forma de comercio más antigua fue el trueque, esto es, el intercambio de un objeto por otro. Por ejemplo, un granjero podía cambiar una carreta llena de trigo por una vaca.

Es difícil enriquecerse por medio del trueque y el sistema tiene límites prácticos. El granjero podría quedar con un palmo de narices si ese día nadie tuviera vacas que intercambiar. Por supuesto, el granjero podría acceder a compartir su trigo a cambio de que otro comerciante se comprometiera por escrito a darle una vaca en una fecha futura. Tal transacción, estrictamente hablando, ya no es un trueque, sino un medio de intercambio del cual se valieron las primeras sociedades. Por ejemplo, una calabaza podría ser intercambiada por tres caracoles de mar, que a su vez lo serían por dos peces. Las conchas marinas, como medio de intercambio, son más fáciles de llevar, de contar y duran más que la calabaza o los peces. Además, el hecho de que la sociedad acepte el valor de la concha marina como norma permite que las transacciones difíciles sean más fáciles de arbitrar. La aceptación de un medio de intercambio también allana el camino para el ingreso del comerciante independiente o intermediario, cuya presencia vuelve más compleja la sociedad.

La necesidad de contar con un valor estándar, fácil de llevar y de gran duración, dio como resultado las primeras monedas de metal, en China, hace casi 3.000 años; las más antiguas eran representaciones pequeñas de objetos de uso diario, como espadas y cuchillos. Las monedas como las conocemos hoy día comenzaron a circular en China, Egipto y Asiria entre 700 y 500 a.C. Estaban hechas de un metal de consistencia y peso estándar; el siclo, usado en los países del Medio Oriente, adoptó su nombre de una unidad de peso. Al acuñar monedas con un sello o una insignia, un gobernante local garantizaba que podrían ser intercambiadas por mercancías. Las monedas fueron legalmente aceptadas para el pago de las deudas.

A través de los siglos, los gobernantes carecieron de medios para pagar a la milicia que respaldara sus aspiraciones territoriales. Hace siglos surgió el sistema de recompensar a los soldados con certificados de papel, que podían ser cambiados por efectivo. Es probable que Kublai Khan fuese el primero en emitir grandes cantidades de papel moneda, cuando ocupó China en el siglo XIII. Marco Polo, que visitó la corte de Kublai Khan en 1275, observó que el poseedor de un billete dañado podía llevarlo a la casa de moneda y cambiarlo por otro nuevo, pagando una sobretasa del 3%. La pena por falsificar moneda era la muerte, y quien la denunciaba se hacía acreedor a todas las propiedades del criminal y a una recompensa sustanciosa por parte del Estado.

Suecia, en 1661, fue el primer país europeo que emitió notas de banco; sin embargo, en muchos países no se convirtieron en un medio usual de intercambio hasta la década de 1880. Su importancia ha variado de lugar a lugar y ha cambiado con el paso de los años. En muchos países, el papel moneda era en efecto un pagaré que el banco se comprometía a cambiar por su valor equivalente en oro. Hasta la década de 1930 Inglaterra y Estados Unidos respaldaban las notas de sus bancos con oro. Ningún país emite notas de banco que tengan más valor que el nominal; de igual manera, las monedas ya no contienen metales preciosos.

¿Por qué es tan valioso el oro?

El oro ha sido considerado el metal precioso por excelencia desde tiempos del Antiguo Egipto y quizá mucho antes. El oro es escaso, aunque otros metales lo son aún más, y difícil de extraer. En Egipto la plata era mucho más escasa y difícil de obtener que el oro.

Los antiguos apreciaban el hecho de que el oro no se oxida, corroe ni disuelve. No pudieron encontrar algo que lo dañara. Es extremadamente inerte y forma compuestos químicos solo bajo circunstancias especiales. Conduce la electricidad casi tan bien como el cobre y, debido a que no se corroe, en la electrónica es más útil que otros metales.

Además, el oro es fácil de trabajar; es tan dúctil que 15 g pueden ser pasados a través de un troquel para formar 30 km de fino alambre, y es tan maleable que 15 g pueden convertirse en una hoja de 15 m2, tan delgada que resulta casi transparente y tiene un ligero matiz verde. Una fina película de oro refleja el 90% de la radiación infrarroja, y reduce la transmisión de calor en visores para trajes espaciales y vidrios para rascacielos.

En estado puro, el oro es tan blando que se desgasta con el uso, además de que es difícil emplearlo en joyería. Se le suele alear con algún otro metal como la plata, el paladio o el platino. La pureza del oro se expresa en quilates; cada uno equivale a una vigésima cuarta parte. El oro de 24 quilates es puro, mientras que el de 18 contiene 25% de otro metal.

Con frecuencia, el oro se encuentra en forma pura. Algunas veces se encuentra virtualmente a flor de tierra, aunque su abundancia en la corteza terrestre se estima de solo 0,005 partes por millón. Todo el oro hasta ahora extraído se calcula en poco más de 100.000 toneladas, casi lo suficiente para construir un cubo cuyos lados midieran 18 m. La acumulación aumenta a un ritmo de 2.000 toneladas por año. Sin embargo, a pesar de su escasez y utilidad, el oro sigue teniendo tanto valor debido, en parte, a que se lo atribuimos.

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