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Alas para un mundo nuevo

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La invención de uno de los más célebres aeroplanos de la historia.

Al despegar de tierra en Kitty Hawk (Carolina del Norte, Estados Unidos), dos hermanos marcaban un hito en la historia de la aviación: se iniciaba el primer vuelo de un aparato autopropulsado y más pesado que el aire. Sin duda constituía una extraña invención aquel aparato que se convertiría en uno de los más célebres aeroplanos de la historia. Situado sobre una desértica zona de arena, en Kill Devil Hill (Carolina del Norte), junto a la población de Kitty Hawk, parecía una gran cometa, con su estructura esquemática y con sus alas de 12 m forradas de muselina.

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La mañana del jueves 17 de diciembre de 1903 fue clara pero gélida. Un fuerte viento de más de 40 km/h procedente del Atlántico, soplaba sobre la franja de dunas que separaban Albemarle Sound del océano. Poco después de las 9 a.m., los hermanos Wilbur y Orville Wright, inventores y constructores del aparato, ayudados por cinco hombres, arrastraron la mole de 275 kg desde su cobertizo hasta la llanura de arena, al pie de Kill Devil Hill, una elevada duna de 30 m de altitud. Los Wright idearon un original sistema para lanzar su aparato, al que pusieron por nombre Flyer. Lo colocaron sobre un tren de sustentación que había de deslizarse por un solo carril de unos 20 m de longitud. Cuando el motor del Flyer comenzara a funcionar, el empuje de las hélices movería sobre el carril al aeroplano y al tren que lo sustentaba. Según lo previsto, cuando alcanzara la velocidad de vuelo, el aparato se elevaría en el aire, dejaría detrás el tren y aterrizaría sobre sus deslizaderas en forma de esquís, dispuestas bajo el ala inferior.

Hacia las 10:30 a.m. se completaron los últimos preparativos. El motor se puso en movimiento y las dos hélices comenzaron a girar. Orville Wright (de 32 años, cuatro menos que Wilbur) se encaramó en el Flyer. No existía asiento para el piloto, que había de echarse sobre el ala inferior, con el rostro hacia abajo. En esta posición gobernaba las alas y el timón con el movimiento del cuerpo. Sus manos quedaban libres para accionar el acelerador y el timón de profundidad que efectuaba los movimientos verticales de la cabeza y de la cola. El motor de cuatro cilindros y 12 CV comenzó a funcionar a la máxima potencia. Wilbur estaba de pie en tierra y sostenía firmemente con la mano el borde del ala derecha. A las 10:35, Orville soltó el cable de sujeción y el Flyer dio unas sacudidas hacia adelante, primero suaves y después violentas. Wilbur mantenía su equilibrio en medio de los bandazos. En una fracción de segundo, Orville accionó el timón de profundidad. El Flyer respondió inmediatamente. Se irguió y se sostuvo en el aire, mientras el tren de sustentación aminoraba su marcha hasta detenerse. Volaba, volaba por sí solo, al batido de sus hélices. El vuelo, nada seguro, fue calificado por Wilbur como un «constante vaivén». Orville luchó por dirigir el aeroplano en línea recta. Bruscamente, el Flyer cabeceó hacia el suelo y su tren de aterrizaje golpeó en la arena, sobre la que se deslizó, sin daño, hasta detenerse.

El vuelo había durado 12 segundos, cubierto una distancia de 40 metros y alcanzado una altura de 3 metros sobre el suelo. No obstante, significaba todo un hito en el progreso de la humanidad. Aquel día, Orville realizó además otro vuelo, y Wilbur otros dos. En el cuarto y último, Wilbur recorrió 260 metros en 59 segundos. Los hermanos Wright habían demostrado que existía la posibilidad de volar con aparatos controlados más pesados que el aire. Uno de los sueños más antiguos del hombre se hacía realidad.

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