Avances en diagnósticos y tratamientos nuevos para esta enfermedad.
DESPUÉS
DE LOS 50, EL RIESGO DE CÁNCER DE PRÓSTATA
comienza a aumentar: más del 80 por ciento de los hombres diagnosticados tienen
más de 65 años. El norte de Europa y América lideran la tendencia.
Hace pocos años, existían muy pocas
opciones para los pacientes: mera vigilancia o alternativas de intervención que
implicaban extirpar parte o destruir por completo la glándula prostática.
Con la primera opción se corría el riesgo
de que el cáncer avanzara demasiado mientras que la última traía aparejados
efectos colaterales prolongados que golpeaban emocionalmente a los hombres,
como incontinencia, disfunción eréctil y pérdida de libido. Y si bien existían
tratamientos menos invasivos, muchos médicos se mostraban escépticos sobre su
efectividad.
“Las alternativas eran muy escuetas”,
afirma el doctor Mark Emberton, profesor de oncología intervencionista del
Hospital Universitario de Londres (UCHL). “O bien no ofrecíamos tratamiento al
paciente o el tratamiento era excesivo”.
Pero ahora algunos expertos reconsideran
esta postura. Con las últimas tecnologías, lo que alguna vez fueron métodos
experimentales pueden resultar beneficiosos en ciertos casos. Se han aprobado
nuevos medicamentos y se ha descubierto que algunas combinaciones nuevas de
drogas pueden alargar la vida en pacientes con tumores agresivos. En algunos
ensayos se obtuvieron resultados satisfactorios para el tratamiento del cáncer
de próstata con vacunas inmunes (inmunoterapia).
Estas opciones ofrecen más esperanza y
menos sufrimiento, pero los pacientes también se encuentran ante una gama de
alternativas nunca antes vista. Incluso realizar pruebas de detección de cáncer
de próstata es hoy una opción discutida. Y aunque efectivamente se diagnostique
este tipo de cáncer, no significa que sea necesario someterse a tratamiento
porque muchos tipos de cáncer de próstata registran un desarrollo tan lento que
el paciente probablemente sucumba ante otras causas antes. “Es muy poco
probable morir de un cáncer de próstata de bajo riesgo dentro de los diez años
del diagnóstico”, afirma el doctor Henk van der Poel, urólogo del Instituto
contra el Cáncer de Holanda. Mientras, ofrecemos todo lo que el paciente debe
saber.
Pruebas
de detección
Antes, cuando el antígeno prostático
específico (PSA) mostraba valores elevados en el análisis de sangre anual
recomendado para mayores de 50 años, los médicos solían pedir una biopsia. Si
en la biopsia se obtenía un valor elevado en la escala Gleason (un patrón para
medir el grado de malignidad y agresividad), los médicos sugerían la
intervención.
Sin embargo, algunas personas pueden tener
niveles altos de PSA a causa de un agrandamiento benigno de la próstata u otras
razones, y en los procedimientos de biopsia se extraen muestras de tejidos de
forma aleatoria, por lo que a veces se detectan tumores de bajo riesgo, pero no
se advierte la presencia de los más agresivos. Distintos estudios indicaron que
los estudios de PSA a nivel nacional no estaban sirviendo para salvar
suficientes vidas, sino que, en cambio, aumentaban el riesgo de
sobrediagnóstico y sobretratamiento.
En una investigación se descubrió que los
médicos debían realizar estudios de detección en 1.400 hombres y someter a
tratamiento a cerca de 50 individuos para evitar que solo uno de ellos muriera.
Pero las biopsias y tratamientos causaban dolor y sufrimiento, por lo que al
mismo tiempo los profesionales se preguntaban si todo aquello era ético.
Finalmente, los expertos comenzaron a desaconsejar los estudios de detección a
nivel nacional. Hoy, los médicos no piden una prueba de PSA rutinaria a menos
que detecten algún tipo formación durante el examen rectal de próstata o que el
paciente experimente problemas urinarios o eréctiles.
No obstante, estudios realizados por la
organización benéfica Orchid contra el cáncer del Reino Unido mostraron que
cuatro de diez casos de cáncer de próstata se diagnostican tarde y en etapa
avanzada. En un estudio publicado en el British Journal of Cancer se señaló que
el cáncer de próstata se había convertido en el tipo más común de cáncer entre
hombres en 2014 en Reino Unido, y se espera que dicha tendencia se mantenga.
Sin embargo, las nuevas técnicas de imagen
pueden modificar el paradigma de los estudios de detección al ofrecer mayor
precisión. La glándula prostática ha sido mucho tiempo difícil de mostrar en
imágenes debido a su ubicación en el cuerpo (detrás de otros órganos), pero las
nuevas resonancias magnéticas multiparamétricas permiten diferenciar con
claridad los tumores de próstata de bajo y alto riesgo y señalar su ubicación
exacta. Esto representa una mejora significativa en los resultados de las
biopsias, ya que se indica con mayor exactitud a los médicos de dónde extraer
las muestras de tejido.
El paciente debe por tanto contar al
médico sus inquietudes y los síntomas que experimente (dolor, incomodidad,
problemas para orinar o frecuencia, básicamente cualquier señal fuera de lo
normal) y solicitar un análisis de PSA. Si los valores resultaran elevados,
pedir una resonancia magnética multiparamétrica antes de realizar una biopsia.
Y, en caso de recibir un diagnóstico de cáncer de próstata, investigar la
creciente lista de opciones.
Cirugía
Un cáncer agresivo que no se ha extendido
fuera de la próstata se trata con prostatectomía, es decir, la extracción de la
glándula mediante un procedimiento quirúrgico. Para tipos de cáncer muy
pequeños y localizados, los cirujanos pueden realizar una prostatectomía
parcial: extirpan el tumor y el borde que lo rodea para asegurarse de que no
queden células cancerígenas, y dejan intacta la parte no afectada para mantener
los nervios.
Históricamente, la prostatectomía se realizaba como cirugía “abierta”, a través de una incisión abdominal. Hoy, muchos hospitales ofrecen prostatectomías robóticas en las que los cirujanos realizan pequeñas perforaciones en la pared abdominal y operan mediante diminutos brazos robóticos y una cámara 3-D desde la pantalla de un ordenador. Los métodos son comparables en términos de eficacia y efectos colaterales, lo que incluye incontinencia urinaria y disfunción eréctil, pero la alternativa del procedimiento robótico limita la perdida de sangre y reduce el tiempo de recuperación.
Radiación
La radiación es muy efectiva para matar el cáncer y se puede realizar de dos formas. La braquiterapia, a partir del cual se colocan fuentes radiactivas en la próstata, libera menos radiación, pero es más adecuada para tipos de cáncer pequeños, afirma el profesor Van der Poel. Para tumores más grandes o agresivos se usa radiación externa, ya que permite irradiar también el área que rodea el tumor a fin de garantizar que el cáncer no se extienda. En comparación con la cirugía, la radiación muestra índices de supervivencia similares y puede causar menor incontinencia, pero disfunción sexual más prolongada, sostiene el experto, y apunta que la edad es un factor significativo ya que los hombres más jóvenes se recuperan mejor. “Yo me sometería a cirugía, pero para mi padre recomendaría radioterapia”.
Medicación
La enzalutamida y el acetato de abiraterona alargan la vida en casos de cáncer en etapa avanzada. En ensayos recientes, el acetato de abiraterona mostró resultados más efectivos en combinación con terapia hormonal supresora de andrógenos (ADT), para casos de cáncer avanzado con metástasis en huesos u otros órganos que no puedan ser extirpados quirúrgicamente. Estos medicamentos suprimen la producción de testosterona en el organismo, que los tumores utilizan para su desarrollo, pero entre los efectos secundarios se incluyen pérdida de libido, dolor muscular y articular y debilidad. Según el doctor Karim Fizazi, jefe del departamento de Medicina contra el Cáncer del Instituto Gustave Roussy, en París, “puede reducir casi el 40 por ciento el riesgo de muerte”.
Terapia
focal
La terapia focal, el tratamiento más
controvertido, ofrece una variedad de métodos. Con el ultrasonido focalizado de
alta intensidad (HIFU) se eleva la temperatura del tumor; con la crioterapia lo
congelan con nitrógeno líquido o gas argón. También se puede electrocutar el
tumor con la tecnología NanoKnife o inyectar químicos tóxicos en su interior.
El tratamiento de radiación conocido como braquiterapia es también una técnica
focal.
Todos destruyen el tumor y conservan los
tejidos sanos, lo que tiene menos efectos. Pero resulta difícil saber si
efectivamente se eliminan todas las células cancerígenas. Pero el profesor
Emberton considera que mediante una resonancia magnética multiparamétrica se
puede identificar el tumor con precisión antes de someterse a la terapia y
luego verificar su desaparición.
“Si es posible conservar la mitad de la
glándula, existe un 95 por ciento de probabilidades de tener erecciones",
afirma Emberton. Otro método con pocos efectos secundarios, aprobado en 2017,
es inyectar el medicamento Tookad y activarlo con luz. Los expertos aún son
cautelosos hasta que se confirme la eficacia de estas terapias.
“Estamos dejando atrás el enfoque de un tratamiento único para todos”, asegura Emberton, “y avanzamos hacia un tratamiento a medida de cada individuo”. Y eso, añade este experto, “es realmente muy emocionante”.