Conocer sobre la enfermedad puede salvarle la vida. Algunos virus de la hepatitis causan una afección seudogripal aguda y otros llevan a una infección hepática crónica.
Qué es la hepatitis
La hepatitis es una inflamación del hígado. Hay de
dos tipos: aguda y crónica. La primera es la más fácil de tratar. La hepatitis
puede achacarse a seis virus llamados A, B, C, D, E y G. La A, la más común, es
muy contagiosa; produce agudos síntomas seudogripales, pero en general no causa
daño permanente. Las hepatitis B y C pueden persistir años, y generalmente
causar pocos o ningún síntoma, pero en algunos casos provocan cicatrización
hepática irreversible (cirrosis) o cáncer hepático. Los demás tipos son raros.
Todas las hepatitis atacan el hígado y deterioran su capacidad para procesar
azúcares y carbohidratos, secretar bilis para digerir las grasas, y eliminar
toxinas y desechos del organismo. Las crónicas son las más peligrosas, porque a
la larga causan insuficiencia hepática.
Síntomas de la hepatitis
- Fatiga
- Fiebre
- Pérdida del apetito
- Náuseas y vómito
- Dolores musculares o articulares
- Molestia, dolor o
hinchazón del abdomen - Ictericia (tono amarillento de la piel y la
esclerótica de los ojos) - Orina oscura y heces pálidas
¿Qué provoca la hepatitis?
Ya sea que se adquiera a través de la comida
o el agua contaminada (tipo A) o por transfusión sanguínea, agujas hipodérmicas
infectadas o contacto sexual (tipos B y C), la mayoría de las veces la
hepatitis se debe a una infección viral. Ciertos fármacos, químicos tóxicos, o
años de alcoholismo también pueden provocarla. Rara vez una disfunción
autoinmunitaria —el sistema inmunitario ataca los propios tejidos del
organismo— es la causante. Y a veces no puede determinarse la causa. Existen vacunas contra las hepatitis A y B. Pregunte a su médico si debe aplicarse una o ambas.
¿Cómo ayudan los complementos a prevenir la hepatitis?
La medicina ortodoxa ha logrado un éxito
limitado al tratar la hepatitis, sobre todo el tipo crónico más peligroso. Las
terapias naturales recomendadas son para proteger y fortalecer el hígado y
aumentar las defensas. Deben usarse juntas, con los fármacos convencionales,
hasta que los síntomas de la hepatitis aguda cedan. Los beneficios pueden verse
en una semana. En el caso de la hepatitis crónica, tardan más tiempo. Cerca de 4 millones de estadounidenses tienen hepatitis C, y se diagnostican casi 150.000 nuevos casos al año. Ante los pocos tratamientos reconocidos, quizá valga la pena probar los complementos naturales.
- Las
vitaminas C y E son poderosos antioxidantes que al actuar juntos protegen las
células hepáticas contra el daño de los radicales libres; el ácido alfa-lipoico
(un complemento alimentario) también ofrece protección antioxidante y puede
aumentar la potencia de esas vitaminas. - El cardo lechero no solo protege al
hígado, sino que favorece el crecimiento de nuevas células y mejora la función
hepática. Las cápsulas de cardo lechero (foto), hierba que protege al hígado, pueden beneficiar a quien padezca hepatitis. - Otras hierbas con protección hepática son el regaliz, por sus
compuestos antivirales y antioxidantes, y la raíz de diente de león. Una mejor
forma de conseguir esta última puede ser la llamada combinación lipotrópica
(que también tiene las vitaminas B colina e inositol, y cardo lechero), para
desintoxicar el hígado; se cree que esta mezcla al activar la bilis elimina del
hígado las toxinas que dañan las células. - Vigile lo que
come y bebe cuando viaje a lugares insalubres, con índices altos de
enfermedades. Tome solo agua embotellada y alimentos cocidos. - Absténgase del
alcohol, sobre todo durante una enfermedad aguda y el mes posterior a esta, o
hasta que las pruebas hepáticas sean normales. - Solo use agujas desechables o
esterilizadas en un tratamiento de acupuntura, perforaciones en el cuerpo,
tatuajes y procedimientos similares.