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Alzheimer: un mal que nos despoja de todo

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Aunque es devastador, hay ayuda y esperanzas para quienes lo padecen.

Cierto día intenta leer un libro, pero no puede entender las palabras. Después, se pierde en su propio barrio. Finalmente, no reconoce a sus seres queridos. Su cuerpo sigue allí, pero usted se ha ido…
En 1906, el psiquiatra alemán Alois Alzheimer identificó por primera vez la enfermedad que lleva su nombre. Hoy día, la Organización Mundial de la Salud calcula que este trastorno neurodegenerativo afecta a unos 18 millones de personas en todo el mundo, y se prevé que esa cifra aumente a 34 millones en 2025, con enormes repercusiones para la sociedad en su conjunto. Para quienes corren riesgo de contraer la enfermedad, que la padecen o que cuidan a pacientes con Alzheimer, ofrecemos aquí información y consejos para ayudar a prevenirla, retrasarla y enfrentarse a ella, así como sobre los tratamientos disponibles en la actualidad y en el futuro cercano.

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¿Cómo reconocer los inicios del Alzheimer?

A todos nos puede costar recordar el título de una vieja película o el nombre de un conocido, pero las primeras señales de Alzheimer son algo más que simples lapsus de memoria ocasionales. Las personas con principios de Alzheimer de repente se vuelven incapaces de hacer lo que han hecho siempre, como pagar sus cuentas o contar el dinero para realizar una compra. Su sentido del olfato generalmente disminuye antes de que la enfermedad se haga evidente, o es posible que empiecen a recelar de las personas en las que han confiado toda la vida.
Si alguien a quien usted cuida tiene esos síntomas, llévelo al médico. Normalmente, le hará una prueba estándar de memoria. Si a la persona le resulta difícil, es probable que el médico le indique otros exámenes, entre ellos un escaneo cerebral. Aunque su uso aún no se generaliza, un análisis de líquido cefalorraquídeo se considera uno de los indicadores más precisos del Alzheimer. Mide los niveles de proteínas asociadas con esta enfermedad, y cuando se combina con un escaneo cerebral, ofrece entre el 85 y el 90 por ciento de exactitud en el diagnóstico, dice Kaj Blennow, profesor de Neuroquímica clínica en el Hospital de la Universisdad Sahlgrenska, en Suecia.

Los tratamientos

Si se diagnostica Alzheimer, hay varios medicamentos para reducir los síntomas, entre ellos el donepezilo y la rivastigmina. Estos fármacos pueden mejorar temporalmente el deterioro de la memoria y del razonamiento, pero no es seguro que funcionen en todos los pacientes. “Son ineficaces para detener el avance de la enfermedad”, señala el doctor Kurt Brunden, investigador de la Universidad de Pensilvania. Las investigaciones indican que hacer ejercicio puede ayudar a retrasar el avance de la enfermedad, incluso después de que han aparecido los síntomas. El médico tal vez prescriba también un complemento vitamínico. Un estudio reciente reveló que cuando las personas con deterioro cognitivo leve tomaban dosis grandes de vitaminas B6 y B12 “se hacía más lento el ritmo de encogimiento del cerebro… y disminuía también el deterioro cognitivo en un período de dos años”, dice A. David Smith, investigador de la Universidad de Oxford.

Una nueva bebida medicinal llamada Souvenaid, hecha con ácidos grasos omega 3 y otros nutrientes esenciales, actualmente está en fase de estudios clínicos y se espera que pronto esté disponible en algunos países. Al cabo de 24 semanas de tomarla, personas con Alzheimer incipiente obtuvieron mejores resultados en pruebas de memoria que las que bebieron un placebo. “La combinación de nutrientes esenciales resulta más eficaz que ingerir cada uno de ellos por separado”, afirma el doctor Philip Scheltens, director del Departamento de Alzheimer del Centro Médico de la Universidad Libre de Amsterdam.

Los fracasos en la investigación pueden llevar al éxito

Frecuentemente, los científicos aprenden de sus fracasos tanto como de sus éxitos. Durante los últimos 20 años, gran parte del desarrollo de fármacos contra el Alzheimer se ha centrado en tratar de eliminar placas de la proteína amiloide del cerebro de las personas afectadas. Y casi ninguno de esos medicamentos (e incluso podría decirse que ninguno) ha sido muy eficaz, según la doctora Wendy Noble, del King’s College de Londres.

El fracaso de una vacuna antiplaca amiloide llevó a los científicos hacia una nueva dirección. En 2002 se detuvo una prueba clínica de la vacuna porque siete pacientes murieron a causa de sus efectos secundarios. Más de cuatro años después, no se había observado ninguna mejoría cognitiva sustancial en los demás individuos de la prueba, quienes a la larga murieron de la enfermedad. Sin embargo, las autopsias revelaron que dos de esos pacientes prácticamente no tenían placas en el cerebro. Así que, aunque la vacuna había funcionado para eliminar las placas, algo había seguido destruyendo sus cerebros.

Aparentemente, ese algo era otra proteína llamada tau, la cual sufría una alteración y se enredaba dentro de las neuronas. Los científicos llegaron a una conclusión sorprendente: una vez que los enredos de proteína tau alcanzan cierto punto, el proceso de eliminación de células “puede continuar incluso sin placas”, afirma John Hardy, profesor en el Instituto UCL de Neurología de Londres. Así que ahora saben que existe un punto de no retorno, después del cual, aunque se eliminen las placas, no se puede detener la enfermedad. Nadie sabe aún cuál es ese punto. Para frenar el Alzheimer, es posible que haya que suministrar el fármaco antiplaca antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad y los primeros enredos de proteína tau. Centrarse en eliminar las placas parece ser solo parte de la solución.

Gracias al reciente hallazgo sobre cómo se extiende el Alzheimer, es más probable que las empresas farmacéuticas dirijan sus esfuerzos a la producción de medicamentos que impidan la formación de enredos de proteína tau. Pero solo unos cuantos fármacos se están probando hoy día, y aun suponiendo que alguno resulte eficaz y seguro, pasarán algunos años antes de que llegue al mercado. A continuación, lo que averiguamos acerca de esos medicamentos.

La epotilona D es muy similar al agente quimioterapéutico paclitaxel, y en principio se desarrolló para combatir el cáncer, señala el doctor Kurt Brunden. Pero a diferencia del paclitaxel, la epotilona D puede penetrar en el cerebro. En pruebas con ratones, el equipo de Brunden descubrió que la epotilona D “reduce la pérdida de memoria”. Según algunos informes preliminares, la compañía Bristol- Myers Squibb tiene planes de probar la epotilona D en grupos pequeños de pacientes con Alzheimer. La empresa biofarmacéutica española Noscira está probando un medicamento contra los enredos de proteína tau llamado tideglusib, en 308 pacientes con Alzheimer en 55 hospitales de cinco países europeos. Y el fármaco davunetida, de la compañía canadiense Allon, ha mostrado efectos alentadores en pequeños estudios realizados en personas con deterioro cognitivo leve. Las proteínas anormales del cerebro no son el único objeto de investigación. Los científicos quizá descubran otros factores que contribuyen a la pérdida de memoria. Uno de ellos podría ser la insulina, que es esencial para que el cerebro funcione. “La insulina actúa casi como un factor de crecimiento en el cerebro”, dice Brunden. “Mantiene saludables las neuronas”. En un pequeño estudio realizado con enfermos de Alzheimer en fases inicial y moderada, la insulina al parecer hizo más lento el deterioro cognitivo.

Una investigación reciente sobre la epilepsia apunta hacia una nueva dirección. En febrero pasado, científicos de la Universidad de California en Los Ángeles informaron que la activación de electrodos implantados en el cerebro permitió a un pequeño grupo de pacientes con epilepsia tener una mejoría en la memoria y la capacidad de aprendizaje. Algún día esos dispositivos se implantarán en el cerebro de personas en fase inicial de Alzheimer y, dicen los científicos, “se activarán cuando estén intentando aprender información importante”. Otro estudio reveló que los parches de nicotina aumentan los lapsos de atención de personas con deterioro cognitivo leve, y un medicamento elaborado con nicotina ya se encuentra en la fase de pruebas clínicas. Cada día se avanza un poco hacia la solución del mal de Alzheimer. Es decir, hay esperanzas.

Estudios recientes indican que es posible fortalecer los sistemas naturales de protección del cerebro. La mayoría de las acciones de refuerzo consisten en hacer cambios sencillos en el estilo de vida, y algunos de ellos podrían ser eficaces incluso después de que los síntomas de Alzheimer han aparecido.   

¿Qué medidas podemos tomar para prevenir o retrasar la demencia senil?

La mayoría de las medidas que los científicos han identificado para ayudar a prevenir o retrasar el mal de Alzheimer —entre ellas, los cambios en el estilo de vida para fortalecer el cerebro— también reducen la inflamación que, como piensan muchos investigadores, provoca el daño neuronal que conduce a la enfermedad. Por ejemplo, se sabe que el ejercicio es antiinflamatorio, y que los adultos mayores que se ejercitan de manera habitual tienen menos probabilidades de presentar deterioro cognitivo. Numerosos estudios muestran que una dieta rica en pescado, nueces, frutas y verduras de hoja verde reduce la inflamación crónica. Y según un estudio de 2.000 adultos publicado en abril de 2011 en Archives of Neurology, también reduce el riesgo de Alzheimer.
Las personas que habitualmente toman medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, como la aspirina, también son menos propensas a contraer esta enfermedad. Tomar café, al igual que un consumo moderado de vino, al parecer protege la función cerebral, señalan diversos estudios.
Las personas que tienen educación superior y las que utilizan dos idiomas de manera habitual corren menos riesgo de presentar demencia senil. Aunque la educación no puede evitar la formación de proteínas anormales ni detener la inflamación, el profesor Kaj Blennow señala que el cerebro de las personas con mayor preparación posee suficientes conexiones neuronales para trazar rutas nuevas y “esquivar” las zonas dañadas.

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