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Crónica de un gol perdido

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Hace 36 años, Independiente derrotaba a Juventus en Italia por 1-0 con gol del gran Ricardo Bochin

El 28 de noviembre de 1973, el conjunto argentino derrotó a la Juventus por 1 a 0 y se consagró campeón intercontinental en un único partido disputado en Italia, en el estadio Olímpico de Roma. El gol que coronó la hazaña fue el resultado de una hermosa pared entre Daniel Bertoni y Ricardo Bochini, una pared que los argentinos vieron en vivo y en directo el día que se transmitió el partido, y que luego se perdió por mucho tiempo. Esta es la historia de un gol perdido y reencontrado. Es, a la vez, una historia de detectives y una historia de amor. Paciencia: todo tiene una explicación.

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Ahora que existe YouTube, cuando cualquier simpatizante puede subir a Internet las imágenes de su equipo favorito segundos después de haberlas visto, los hechos que aquí se cuentan parecen increíbles. Pero lo cierto es que las imágenes del gol de Bochini a la Juventus se habían perdido. Los hinchas de Independiente debían conformarse con el relato épico de aquellos jugadores, o bien con las crónicas y las fotos de diarios amarillentos o de las revistas deportivas El Gráfico y Goles. Existía, sí, la grabación radial del relator José María Muñoz, que El Gráfico editó el 3 de octubre de 1989 en un casete de grandes momentos del deporte argentino.

Juega Bertoni por adentro, pasa para Bochini, esquiva muy bien al hombre que lo marcaba, se acerca al área,  juega para Bertoni, media vuelta para Bochini, peligro de gol, viene el gol, gol, gol, gol, gol, gol, gol. Goooooool de Independiente. Gooooooool de Independiente, Bochini, Goooooool de Independiente, Bochini, Y le quebró el récord internacional a Zoff (n. Arquero de Juventus). Independienteeee unoooo, la Juventus cerooooo.

El 28 de noviembre de 1973, Canal 7 (canal público en la Argentina) transmitió Independiente-Juventus en directo a partir de una señal que bajaba de la cadena italiana RAI. Las imágenes podrían haber quedado desde entonces en el archivo de Canal 7, pero no: durante la última dictadura militar, los archivos del canal fueron un poco destruidos y otro poco saqueados. El gol más importante de la historia del club argentino, el que lo consagró campeón del mundo por primera vez, se convirtió desde entonces en un recuerdo borroso. Buscadores de tesoros, archivistas desesperados, fanáticos de Independiente y del fútbol argentino salieron en busca de este Santo Grial, ¿o debemos decir, quizá, diabólico grial?
En 2001 entrevisté por otras razones al conocido periodista Gonzalo Bonadeo, quien atesora en su casa una colección de videos deportivos única en su especie en la Argentina. Cuando terminó la nota, le pregunté si sabía quién podía tener el gol. Bonadeo admitió que no tenía idea y se sintió incómodo con mi pregunta, como si lo hubiese pescado en falta. Para entonces, yo acababa de abandonar más o menos por la página 150 la escritura de una novela cuyo título tentativo era Bochini es el Señor. El protagonista se enfrentaba a su esposa, a la mafia, al mundo entero para conseguir el gol, y fracasaba en el intento: le vendían un gol falso, lo estafaban con latas de viejos noticieros, quedaba en la ruina… Durante su peregrinaje, el protagonista comenzaba a creer en la divinidad de Bochini y en el descenso del Espíritu Santo en momentos clave de su carrera futbolística. Esta nueva fe le permitía seguir buscando, aislado del mundo, casi sin amigos. Por entonces, yo ignoraba que existiera un hombre llamado Mariano Asch. Creía que el gol a la Juventus era una ausencia a la que acaso deberíamos resignarnos para siempre.

Una tarde de 2008, un periodista amigo me llamó por teléfono y me dijo:
—Bertoni lo tiene.
—¿Cómo?
—Lo tiene, pero no lo suelta… —me decepcionó—. Quiere vendérselo al club y el club no quiere saber nada.
¿Decía la verdad el ídolo? ¿Su afán de lucro privaría de tan esperado reencuentro a los hinchas? Paciencia: pasemos, por ahora, a la pista punk.

Mariano Asch es un joven empresario y periodista habituado a traer bandas extranjeras de punk rock a la Argentina y a escribir en medios especializados sobre su música favorita. Asch es, además, hincha de Independiente. La suma de sus pasiones es vital en esta historia.

Saltamos a una imagen aparentemente inconexa: un día cualquiera, Asch mira en su casa Ramones Raw, un DVD del grupo Ramones realizado por Marky, el baterista de la banda, con una cámara casera. A modo de bonus track, el DVD incluye un concierto completo de los Ramones en Italia, en 1980. El copyright dice “Cortesía de la Radio y Televisión Italiana”, es decir, la RAI. Asch detecta entre los agradecimientos del DVD el nombre “Paolo”, que remite a un fan italiano de los Ramones con el cual se escribe desde hace 20 años. Y se entusiasma. Tiene una pista. Una pista punk. Paciencia: todo tiene una explicación.

El título de América clasificó a Independiente para jugar ante el campeón europeo la Copa Intercontinental, la final más importante que un club de fútbol puede disputar. En 1972, todavía sin Bochini, Independiente había sido derrotado por el poderoso Ajax de Holanda, cuya estrella principal era Johan Cruyff. En 1973, los holandeses repitieron el título europeo, pero no quisieron darle la revancha a Independiente: alegaron que el juego de los argentinos era demasiado brusco para sus piernas del primer mundo. Le pasaron el desafío a la Juventus de Italia, subcampeona de la Champions. El equipo de Turín aceptó el reto, pero con una condición: debía jugarse un solo partido… en el estadio Olímpico de Roma. Independiente recogió el guante y, de la mano de Bochini, escribió su página más gloriosa. 
(De una entrevista del autor a Bochini, revista Gatopardo, de Colombia, febrero de 2001)

Relaciona datos, Asch, con pericia y con inteligencia. Hay una esperanza a la cual aferrarse. “Paolo” es el único nombre italiano en los créditos del DVD. Deduce, Asch, que Paolo ha de ser la persona que gestionó el material de la RAI para los Ramones. Y si Paolo tiene un contacto en la RAI, y la RAI, como hemos dicho, transmitió Independiente-Juventus, tal vez el milagro sea posible. Jamás, hasta ese momento, ha hablado de fútbol con Paolo: sólo de punk rock. Escribe, Asch, y recibe una respuesta más o menos alentadora. Paolo es, en efecto, quien gestionó el material. Es, además, tifoso de la Juventus, y estuvo en la cancha aquel fatídico (para él, claro) 28 de noviembre de 1973. Quiere decir que comprende la vital importancia del gol perdido. Quiere decir que acepta, hidalgo, la derrota y está dispuesto a ayudar a Asch en su misión. Envía una dirección de correo electrónico. La persona que lo ayudó a conseguir el concierto de los Ramones es una mujer. Le advierte a Asch que no le va a servir de nada invocar la amistad que los une: los empleados de la RAI reciben todos los días mi-llones de pedidos por el estilo. No hay ninguna garantía de que conserven el gol en su archivo, pero mucho antes que eso, no hay ninguna garantía de que estén dispuestos a buscarlo. Asch no se deja vencer por el desaliento. Escribe un correo electrónico a la mujer de la RAI. Nada. Deja pasar unos días. Lo reenvía. Nada.

—Hacé memoria—, le pido. Saco el casete en donde estoy grabando la entrevista, lo reemplazo por otro con el relato de José María Muñoz. Es ese gol, el más importante de toda su ca-rrera. El Bocha se avergüenza, le incomoda que los demás lo vean escuchando su propio gol. Ya está, ya está, gracias, sacalo si querés, propone antes de que Muñoz redondee su relato con el resultado, Independienteeee unoooo, la Juventus cerooooo.

—¿Sabías que la Juve llevaba 10 partidos sin que le hicieran un gol?.

—No, no conocía a nadie de la Juventus. Sabía que era el favorito. Como nosotros no andábamos bien en el campeonato local, fuimos de punto. El partido estaba más para ellos que para nosotros. Si perdíamos, no pasaba nada. Y si ganábamos… Era una cancha linda, con un pasto hermoso… Yo jugué tranquilo, como si estuviera en Avellaneda. En esa clase de partidos decisivos, podía estar un poco nervioso antes de que empezaran, pero una vez que tocaba la pelota, ya estaba bien.  Juventus era más rápido que nosotros, nos superaron. Tuvieron varias oportunidades de gol, nos pegaron dos o tres tiros en el travesaño, un penal e-rrado, no nos dejaban espacio para jugar… Pero el gol lo hicimos nosotros. Y fue un golazo…  Es cierto que los europeos son fuertes, que tienen buena preparación física  y todo eso, pero en Roma me di cuenta de que si tenés ta-lento, habilidad y rapidez, podés jugar en cualquier lado. (Op.Cit.)

¿Cuántas veces puede un hombre reenviar un correo electrónico a una misma persona? A todos los que tenemos una computadora nos consta que muchas. Asch tiene una pista, una sola pista, y está dispuesto a aferrarse a ella, al menos hasta que la dura realidad lo obligue a descartarla. Reenvía, Asch,  una y otra vez y comienza a pasar el tiempo, hasta que un día halla una res-puesta a tanta insistencia. Una res-puesta que no lo satisface: lo único que hay del partido en los archivos de la RAI es una síntesis de un minuto que no incluye el gol, aunque sí la vuelta olímpica de los jugadores Rojos ante un estadio enmudecido. Asch comprende de qué le hablan.

—Esas imágenes ya se habían visto en la Argentina: las había conseguido la gente de la Iglesia Bochinesca.

Cuando comencé a escribir la inconclusa Bochini es el Señor, ni siquiera soñaba con que algún día
existiría la Iglesia Bochinesca. El protagonista de mi novela no tenía quienes lo acompañaran en su fe: era despreciado incluso por el propio Bochini, quien —ignorante de su condición divina— lo consideraba un psicópata peligroso. Si existe una Iglesia Bochinesca, cabe esperar un ejército de feligreses lanzados al mundo a buscar el Santo Gol. O el diabólico Gol. Así fue. Pero el intento de la Iglesia Bochinesca pegó en el palo. Como los de Gonzalo Bonadeo. Como los de una legión de investigadores anónimos cuyo nombre jamás sabremos. Como los del protagonista de mi novela. Asch pretende llegar más lejos que nadie: develar el enigma, restituirle al mundo el gol perdido.

—Le pedí a la empleada de la RAI que volviera a fijarse. Comencé a escribirle una vez cada 15 días. No me parecía lógico que no hubieran guardado el gol, nada menos que el momento más importante del partido. Pasó más de un año.

Parece un día como todos, pero no lo es. Asch enciende su computadora, abre el Outlook Express: su esperanza ha flaqueado en todo este tiempo. Y sin embargo, ahí está ese nuevo correo, ese nuevo nombre italiano. No es su amigo Paolo. No es, tampoco, la empleada de la RAI con la cual venía escribiéndose. Es otra persona. Un hombre. También trabaja en la RAI. Quiere dinero, pero no ofrece pruebas. Dice que encontró una lata de fílmico: el noticiero de la RAI del 29 de noviembre de 1973, el día siguiente al partido. La planilla indica que hay tres minutos dedicados a Independiente-Juventus. Asch tiembla: si el criterio de edición no es descabellado, el informe ha de incluir el único gol del partido. Sabe que está a las puertas de la gloria, pero quiere cerciorarse.

La obra de arte que asombró a los ita-lianos. El arranque perfecto en sociedad entre Commisso y Balbuena, el toque para Raimondo, el alargue de Perico para Bochini y ahí comienza el gran final. Gran pared entre Bochini y Bertoni, la recibe el Bocha en el área, se tiran a taparlo Zoff y Salvatore, el pibe de Zárate la “empala” con su botín derecho, la levanta con una serenidad y ca-tegoría increíbles, y la deposita suavemente en la red por encima del arquero de Juventus. Sensacional. Golazo. (Julio Algañaraz, en revista El Gráfico, 4 de diciembre de 1973).

Escribe al nuevo italiano: busca el gol; si no está el gol, el material no le interesa. Pide que le muestren lo que tienen. El italiano le dice que para eso hay que digitalizar el material y que eso cuesta 500 euros. Asch le dice que está dispuesto a pagar esa suma, pero sólo por el gol. Y redobla la apuesta: si el gol no está, no piensa pagarles nada. El italiano, inflexible, le responde que no piensa digitalizar la cinta hasta no haber recibido sus 500 euros. Tiene la sartén por el mango. Entonces vuelve a aparecer Paolo. Asch le ofrece al hombre de la RAI que Paolo vaya a los estudios, presencie una proyección, compruebe si está o no el gol. Le responden que sí. Paolo coordina con el empleado de la RAI la fecha y la hora del encuentro. Concurre, Paolo. Y no lo atienden. Algo extraño ocurre ese día, algo que Mariano Asch aún hoy no puede precisar.

Conserva, Asch, la calma. Escribe, pide explicaciones, se hace el ofendido. Desde Italia aceptan la negligencia, se disculpan, se comprometen a digitalizar el material y a enviarlo sin ningún costo. Piden una dirección para enviarlo. Asch les da la suya. Sospecha que se lo quieren sacar de encima, que no le van a mandar nada.  Una semana después recibe en su casa un videocasete negro con un cartelito chiquito en el lomo que dice, apenas, Juventus- Independiente. Pone el tape en su videocasetera. Ve, al fin, el gol de Bochini. Es aún más hermoso de lo que había soñado, de lo que había leído. Las dos definiciones son perfectas: la de Bochini ante Zoff; la de la imagen en blanco y negro. Es febrero de 2007.

Pasaron dos años y medio durante los cuales sólo Asch y un selecto grupo de amigos vieron el gol. Hasta que llegó el 1° de junio de 2009. La agrupación Independiente Místico realizó un acto en el teatro Roma de la ciudad Avellaneda, con la presencia de varios ex jugadores, entre los cuales estaba Bochini.

Durante el acto, los presentes supieron que tendrían una sorpresa…

—Autoricé la proyección del gol con tres condiciones —explica Asch—: 1) está prohibido anunciarla; 2) yo llevo el DVD, yo lo proyecto, termina el acto y yo me lo llevo; 3) Bochini tiene que estar presente. Cometí el error de no exigir que nadie filmara.

Las condiciones requeridas por Asch fueron cumplidas. Javier Cantero es un bochinista probado: fue el impulsor del proyecto que derivó en el cambio de nombre de la calle Cordero —la principal entrada del estadio de Independiente— por Bochini. Cantero es, también, el principal referente de Independiente Místico, y asegura que lo más difícil fue lograr que Bochini asistiera al acto del 1° de junio. “Había dos razones: la primera fue que yo mismo le había sugerido que ya no se mezclara en actos de política partidaria. Bochini es demasiado grande para eso: tiene que estar al margen de las internas del club, pero en este caso particular yo no tenía la intención de involucrarlo en nuestra agrupación, sino simplemente de mostrarle su propio gol y rendirle ese homenaje. La segunda razón por la cual no quería venir, es que no me creía cuando le dije que teníamos esas imágenes.”

Bochini se emociona al revivir la noche de 2009 en la cual pudo revivir, por primera vez, aquella otra noche de 1973. “Recordaba la secuencia del gol, pero nunca la había visto: cuando se proyectó en vivo, yo estaba jugando el partido; cuando la pasaron los noticieros, yo estaba volviendo de Roma… No imagina-ba que la secuencia se pudiera ver tan nítida, y además en pantalla gigante. ¡Fue un espectáculo!”.

La noche del 1° de junio de 2009, en el teatro Roma, 150 hinchas de Independiente vieron una selección de goles históricos del equipo de Ave-llaneda, de la colección personal de Cantero. El propósito del acto era promover la celebración del Día del Gol a partir del 13 de mayo de 2010. Un 13 de mayo, Arsenio Erico había hecho el primero de sus 293 goles con la camiseta roja, el primero de los 293 goles con una misma camiseta que lo convierten en el máximo goleador de la historia del fútbol argentino. La “frutilla de la torta” de la ceremonia fue la proyección del gol de Bochini a la Juventus. Luego, el Diablo metió la cola.  El Gran Diablo —como se hace llamar el personaje que, disfrazado de Mefistófeles, acostumbra repartir chupetines a los niños durante los partidos de Independiente— filmó el gol con su celular y lo subió a su página de Facebook.

Julio García es El Gran Diablo y dice que no tuvo mala intención. Tal como reconoció el descubridor Asch, el Gran Diablo dice que nadie le planteó que no debía subir el gol a Internet, y que por lo tanto no vio razones para no hacerlo. El Gran Diablo da detalles de su personalísima obra: dice que empezó repartiendo 50 chupetines por partido y ahora, 1.500. Dice que su personaje debe su existencia al cumplimiento de una promesa. En 1994, Independiente derrotaba a Ra-cing por 1 a 0 -como visitante- y así rompía una racha de once años sin triunfos ante su archirrival. García había ido a la cancha con su máscara y prometió que si Independiente ga-naba, no se la sacaba nunca más cuando jugara el Rojo. El partido terminó 2 a 0 y García cumplió con su palabra. Quince años después, su celular puso el gol a disposición del mundo entero.

Una tarde de junio de 2009, recibo un mensaje de texto. Mi amigo periodista me dice que deje lo que estoy haciendo y entre a mi casilla de correo electrónico. Temo una mala noticia. No lo es. Mi amigo me informa de la aparición y me indica el link donde verla. El gol llegó a YouTube.

La investigación llega a su fin, pero todavía queda un misterio por develar. Bertoni, ¿tiene o no aquel gol? Bertoni estuvo ausente en el acto del 1° de junio. Durante una conversación telefónica, confirma el rumor:

—Yo también tengo el gol desde hace un año.

Contra todos los pronósticos, que hacían suponer un diálogo amable y distendido, el ex delantero interrumpe en forma abrupta la entrevista. “No quiero hablar del asunto porque estoy cerrando un especial para la televisión. Te dejo porque se me enfría la comida”, dice, y corta el teléfono. La confirmación de que Bertoni también tenía una copia depara algunas preguntas nuevas: A) ¿De dónde lo sacó? Asch propone una hipótesis razonable: “Bertoni dice que lo encontró hace un año (N. de la R.: esta nota fue hecha en junio de 2009). Yo sé que en realidad lo tiene hace ocho meses. Un año u ocho meses da lo mismo: yo lo encontré hace dos años, una vez que lo hallé, la RAI lo digita-lizó y lo incorporó a su archivo. Desde ese momento, cualquiera que lo pide lo tiene”.

La otra pregunta es: B) ¿Cómo puede ser que durante ocho meses o durante un año Bertoni no le haya mostrado el gol a Bochini? Los dos ex jugadores conservan la amistad desde aquellos años: cabe esperar una invitación ama-ble, una cena compartida, el disfrute de la obra cumbre que los unió para siempre. Como Bertoni corta la comunicación, sólo es posible preguntarle a Bochini. El Bocha excusa a su amigo: “Me invitó algunas veces a verlo y yo no fui, no nos vemos mucho”. Algunas fuentes aseguran que Bertoni no tenía interés en mostrarle el gol a nadie, ni siquiera a Bochini, hasta no lograr que alguien comprara su copia. Algunas fuentes aseguran, también, que Bochini, aunque lo desmienta en público, estuvo un tiempo molesto por esta actitud de su amigo.

En 1973 no existían las videocaseteras hogareñas que hubieran permitido que algún coleccionista particular atesorara una copia. Ahora, 36 años después, el gol ha sido devuelto al mundo y el fútbol argentino recuperó uno de sus momentos más gloriosos. La increíble “pista punk” y la paciencia de Mariano Asch lo hicieron posible. Esta es la historia de un gol perdido y reencontrado. Es, a la vez, una historia de detectives y una historia de amor.


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