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Desaparecida

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El secuestro y asesinato de Maria Ridulph ha sido el caso abierto más antiguo en llegar a los tribunales en la historia de los Estados Unidos.

A los 7 años Maria Ridulph era delgada y graciosa, y sus
grandes ojos marrones reflejaban una mirada cálida. Kathy Sigman, un año mayor,
era su mejor amiga. Vivían en la misma cuadra en Sycamore, Illinois, una
pequeña población de los Estados Unidos de 7.000 habitantes.

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Después de la cena, el 3 de diciembre de 1957, Maria pidió
permiso para que la dejaran salir porque estaban empezando a caer los primeros
copos de nieve. Emocionada, llamó a Kathy por teléfono: me dejan salir, ¿y a
ti?

Kathy se encontró con Maria en la calle y corrieron hasta la
esquina donde se les acercó un joven rubio peinado al estilo Elvis Prestley.
Kathy recuerda que tenía la cara estrecha, los dientes grandes y una voz
chillona. No lo había visto nunca antes.

Hola chicas, dijo. ¿Se están 
divirtiendo? Les preguntó si querían que las cargara a caballito y les
dijo que se llamaba “Johnny”.

Trotó calle abajo y luego de vuelta con Maria riendo sobre
sus hombros. Cuando terminó, Maria corrió a su casa para buscar una muñeca para
que también la llevara a caballito.

Kathy la esperó en la vereda con Johnny. Él le preguntó que
si quería dar un paseo por el barrio o dar una vuelta en auto. Ella le contestó
que no.

Maria entró corriendo en su casa y tomó una muñeca, después
salió de nuevo. Entonces, fue Kathy la que fue corriendo a casa a buscar sus
guantes.

Cuando Kathy volvió a los pocos minutos, Maria y Johnny ya
no estaban.

“¡Ma-ri-a!”, gritó Kathy. No había ni rastro de ella.

Kathy fue corriendo a casa de los Ridulph. El hermano mayor
de Maria, Chuck, estaba allí con su amigo Randy. Maria se ha perdido, les dijo.
¡No la encuentro! Chuck y Randy salieron a buscar a la nena. Las madres de
Maria y Kathy se llamaron por teléfono entre sí porque estaban frenéticas. La
madre de Maria fue en auto a la comisaría de Sycamore para informar de la
desaparición de su hija. Eran las 20:10.

Los hombres fueron corriendo a la casa de Ralph y Eileen
Tessier. Ralph tenía una ferretería y querían que la abriera para tomar
linternas y llevar a cabo la búsqueda.

Los Tessier vivían a dos cuadras de los Ridulph. Eileen era
la novia de origen irlandés de Ralph, quien había llegado en barco a los
Estados Unidos con su hijo John, fruto de un matrimonio anterior. Juntos
tuvieron seis hijos. Los otros hijos se quejaban del modo en que su madre
favorecía a John. Tenía 18 años y siempre se metía en líos. Lo expulsaron del
colegio por empujar a un profesor. Pero según su madre, él nunca hacía nada
malo.

Ralph Tessier se unió a los hombres para emprender la
búsqueda esa noche. Eileen se dirigió a la armería donde las mujeres estaban
preparando sándwiches y café. Antes de salir de la casa, la pareja cerró la
puerta con llave. Los niños hablaban de que no tenían ni idea de dónde estaba
John.

Los días siguientes, la policía interrogó a Eileen Tessier
acerca de los acontecimientos del 3 de diciembre. Las hermanastras de John
oyeron cómo su madre decía a los policías algo que sabían que no era cierto:
que John había estado en casa toda la noche.

Sospechaban que estaba ocultando algo pero no tenían
pruebas. Además, había informaciones contradictorias acerca de la hora exacta
de la desaparición de Maria. El jefe de policía de Sycamore dijo a los agentes
del FBI que Kathy y Maria habían salido a jugar a las 18:02, pero el sheriff
del condado dijo que Maria no había llamado a Kathy hasta las 18:30. La madre
de Maria cambió más tarde su declaración y dijo que las niñas incluso podían
haber salido a las 17:50. Cientos de personas buscaron por los alrededores de
Sycamore. Otras abrieron los baúles de los autos y las puertas de los sótanos.
Los buscadores unieron sus manos formando una fila por los campos de maíz.

Kathy Sigman se pasó horas mirando atentamente las fotos de
las personas fichadas por la policía, pero no pudo encontrar a Johnny. Recuerda
cómo su madre se inclinó hacia ella y la miró a los ojos. Intenta acordarte de
su cara, Kathy, dijo, porque eres la única persona que sabe qué aspecto tiene.

No hubo nota de rescate. Ni llamado de teléfono del
secuestrador. Las autoridades pensaron que el secuestrador de Maria era un
pederasta.

La policía local estaba segura de que nadie de Sycamore
podía haber hecho una cosa así. Tenía que ser obra de un camionero o de alguien
que pasara por allí. El FBI no estaba tan seguro. Había varios potenciales
sospechosos en el pueblo. La policía interrogó a todos “los desviados sexuales
conocidos”. Investigaron a un voyeur y siguieron pistas que los llevaron hasta
dos hombres apodados “Commando” y “Mr. X”.

Los investigadores siguieron la pista de los vehículos de
transporte que pasaron por Sycamore esa noche. Rastrearon los lugares donde
iban las parejas y drenaron un lago. Buscaron en todas las casas. Pero no
encontraron nada.

El cadáver de Maria apareció a los pocos meses, a 190
kilómetros de su casa. Un hombre encontró su esqueleto bajo un árbol caído en
una granja. No se pudo determinar la causa de la muerte, más allá “de la
sospecha de un crimen”. Una multitud llenó la iglesia luterana durante el funeral
y Maria fue enterrada en un pequeño ataúd blanco.

Kathy nunca superó la muerte de su amiga. Nada podía llenar
el vacío que ella había dejado. Sentía la culpa del sobreviviente y tenía el
estigma de haber estado relacionada con un crimen. “Me quedé sin infancia”,
afirmó. “Estaba marcada. Era la niña que estaba con Maria”.

Inquietante historia

Sycamore cambió para siempre después del caso de Maria
Ridulph. Pero mientras el pueblo luchaba por la pérdida de su inocencia, John
Tessier pasó la mayor parte de su vida en otro lugar.

Se enroló en el ejército, asistió a una escuela de oficiales
y peleó en la guerra de Vietnam, donde ganó dos veces la Estrella de Bronce.
Dijo que se sentía predestinado a ser soldado. Después de todo, el abuelo de John
estuvo en el ejército británico y su madre prestó servicios en las Fuerzas
Aéreas.

Uno de los primeros recuerdos que tenía Johnny era el de un
soldado que lo llevaba a hombros por un tramo de escaleras en Londres. Cree que
era su padre, muerto durante la guerra, que lo llevaba a caballito.

Tessier pasó su infancia en la campiña inglesa al cuidado de
una pareja de ancianos. Cuando estaba a punto de cumplir siete años, su madre
se lo llevó consigo a Sycamore pero allí se sentía como un pez fuera del agua.
No sabía cómo actuar con los otros chicos. Iba por la calle con pantalones de
camuflaje blandiendo una espada de madera. En el barrio lo llamaban “Commando”.

El FBI inicialmente mostró interés en Tessier como
sospechoso. Tres días después de que Maria desapareciera, una mujer anónima
alertó de que un joven llamado “Treschner” que vivía en el barrio coincidía con
la descripción del sospechoso. Un par de agentes del FBI se presentaron en la
casa de los Tessier.

Tessier les dijo entonces, y sigue diciendo hoy, que estaba
en Rockford, Illinois, unos 65 kilómetros al noroeste de Sycamore, cuando
secuestraron a Maria. Sus padres respaldaron su historia, y estaba verificada
por un hecho irrefutable: alguien que dio su nombre hizo una llamada con cobro
revertido desde Rockford a la casa de los Tessier a las 18:57, el 3 de
diciembre de 1957.

Pero casi desde el principio, se discutió mucho sobre la
hora de la desaparición de Maria. Si la secuestraron alrededor de las 19:00,
entonces Tessier tenía una coartada blindada. Pero si lo hicieron alrededor de
las 18:15, entonces algo no cerraba. Podía haber ido de Sycamore a Rockford en
auto y haber llegado a las 19:00 antes de deshacerse del cuerpo de Maria.

Nadie discute que John viajara a Chicago para hacer una
prueba física en el centro de reclutamiento militar. Tessier afirma que estuvo
paseando por los alrededores de Chicago la tarde del 3 de diciembre, que se
paró en unos espectáculos de cabaré y después fue a Rockford para dejar los
papeles en el centro de reclutamiento. Los reclutadores confirman que lo vieron
por la oficina entre las 19:15 y las 19:30 de esa tarde.

Dos días después de que el FBI interrogara a Tessier, lo
sometieron a la prueba del detector de mentiras. Cuando le preguntaron si
alguna vez había practicado sexo con niños, Tessier admitió haber estado
involucrado en “algún tipo de juego sexual” con una niña pero que había
ocurrido varios años antes. Declaró que ese episodio había quedado atrás y que
no tenía relación con Maria, aunque reconoció que la conocía del barrio.

Aquellos detalles no levantaron sospechas en aquel momento.
Ni tampoco las versiones contradictorias de su madre: había declarado a la
policía local que su hijo John estuvo en casa toda la noche el 3 de diciembre y
al FBI que estaba en Rockford aquella noche.

La cuestión más precisa era: ¿dónde estuvo John Tessier
entre el mediodía y las 19 del 3 de diciembre? Las pruebas lo situaban en el
centro de reclutamiento de Chicago esa mañana, pero no tenía coartada de su
paradero hasta que volvió al centro de reclutamiento de Rockford a las 19:15
aproximadamente.  El FBI solo tenía su
versión no corroborada de lo que hizo aquella tarde. ¿Pasó el tiempo en Chicago
y fue directamente a Rockford, tal y como había declarado? ¿O volvió a
Sycamore?

Un conocido recordó décadas después que había visto el auto
de Tessier en Sycamore esa tarde, antes de que Maria desapareciera. Era difícil
que el Pontiac pasara desapercibido —tenía llamas pintadas en los costados—
pero el hombre no vio quién manejaba. 

John Tessier pasó el detector de mentiras en 1957 y su
historia parecía constatar los hechos. “Las reacciones grabadas del polígrafo
no reflejan evidencia de culpabilidad o implicación de Tessier en este asunto”,
concluyó el examinador. Un agente del FBI concluyó su informe subrayando: “no
se realizará ninguna otra investigación relacionada con este sospechoso”.

El nombre de John Tessier fue borrado de la lista. Al día
siguiente abandonó Sycamore. Tras su paso por el ejército, Tessier se fue a
vivir al estado de Washington, donde se tomó licencia. Antes se había casado y
había tenido un hijo y una hija, pero su matrimonio terminó yéndose a pique. Se
casó por segunda vez pero rompieron tres años después.

En 1979, fue policía en Milton, cerca de Tacoma, pero su
historia con una adolescente puso punto final a su carrera. Michelle Weinman
tenía 15 años cuando una amiga le dijo que conocía a un policía en Milton con
el que podían quedarse. Las chicas durmieron en un sofá cama en el living de
Tessier. Tessier enseñó a Michelle a manejar su patrullero. Ella pensó que era
raro, pero como era policía confió en él.

Después llegaron los masajes: ella tumbada en el suelo
mientras él le bajaba los pantalones y le masajeaba las nalgas. Era repulsivo y
la hacía sentir incómoda, pero nunca dijo nada.

Una noche, contó más tarde Weinman, estaba durmiendo en el
sofá. Tessier le susurró algo al oído y la despertó. Antes de darse cuenta de
qué estaba ocurriendo, él la forzó a practicar sexo oral. “Yo simplemente me
quedé tumbada en el sofá, helada. Ni siquiera pude gritar. Tenía mucho miedo”.

Se lo contó a una amiga y después a un consejero
estudiantil. La policía la interrogó. John Tessier fue acusado de abuso de
menores y se declaró culpable de un delito menor a cambio de una reducción de
condena. Lo dejaron en libertad condicional durante un año y lo echaron de la
policía en marzo de 1982.

Tessier se dedicó entonces a la fotografía para ganarse la
vida. Una de sus modelos le presentó a Denise, quien se convirtió en su tercera
mujer. Más tarde ella declaró que había abusado de ella emocionalmente y que se
había vuelto muy controlador. La enseñó a vestirse y maquillarse como a él le
gustaba. Pero también declaró que nunca la maltrató sexualmente. Aun así,
recordaba dos incidentes con una hija de Tessier de su primer matrimonio, que
se quedó a vivir con ellos un tiempo cuando tenía 11 años.

Una mañana se encontró a Tessier con su hija en la cocina.
Él tenía una banana en la mano y estaba haciendo comentarios sexuales. Y más
tarde, un día que estaba buscando algo en su mesa, notó que el cajón estaba
atascado. Pasó la mano por el fondo y encontró escondida una foto reciente de
la hija de Tessier. Estaba desnuda.

Nueva investigación

En enero de 1994, Eileen Tessier estaba al borde de la
muerte pero tenía un secreto que no quería llevarse a la tumba. “¡Janet!”,
llamó a su hija, según la declaración que ella misma hizo al tribunal muchos
años después. Janet corrió junto a la cama de su madre. Eileen la agarró por la
muñeca y habló. 

Esa niña que desapareció. Fue John. Se lo tienes que contar
a alguien.  Aunque Janet era un bebé
cuando su vecina de siete años desapareció en 1957, supo inmediatamente de lo
que estaba hablando su madre: su hermanastro, John, había raptado y asesinado a
Maria Ridulph. ¿Quería aliviar su conciencia, como pensaba Janet? ¿O serían las
divagaciones de una mujer moribunda, aturdida por la morfina? Fuera como fuera,
su hija se vio obligada a “contárselo a alguien”. Pero tardó 15 años en
encontrar a quien la escuchara.

Janet llamó a la policía de Sycamore y a la oficina del FBI
en Chicago, pero nunca llegó a ninguna parte. De hecho, un detective identificó
a un sospechoso diferente, un camionero que había sido investigado, pero nunca
condenado, por el asesinato en 1951 de una niña de ocho años. El camionero
estaba muerto. Pero el detective dijo que los crímenes eran parecidos y
concluyó que el sospechoso se parecía físicamente a “Johny” y declaró el caso
cerrado.

Fue una década después cuando Janet Tessier lo intentó por
última vez. Envió un email a la Policía de Illinois: “Una niña de siete años
llamada Maria Ridulph desapareció. Sus restos fueron hallados a principios de
la primavera de 1958. Creo que John Tessier, de Sycamore, es el responsable de
su muerte. Hoy vive en los alrededores de Seattle bajo el nombre de Jack
McCullough”.

Su exhorto llamó la atención de un jefe. Llamó a Janet y
ella le contó cómo su madre le había dicho en el lecho de muerte que su hermano
había raptado y asesinado a Maria. “No le puedo prometer nada”, le dijo el jefe
de policía, “pero lo vamos a intentar”.

Le asignó el caso a dos hombres, Larry Kot y Brion Hanley.
Kot, de 57 años, era analista civil y trabajaba para la policía de Illinois.
Nunca había oído hablar del caso Ridulph, pero pronto recabó una información
que sembraba dudas sobre la coartada del sospechoso.

Brion Hanley, de 41 años, hizo el trabajo preliminar y
empezó por Janet Tessier y sus hermanos. Ninguno tenía nada bueno que decir de
John, especialmente Jeanne.

Jeanne contó que John abusó sexualmente de ella cuando eran
adolescentes. Y que la había obligado a vigilar mientras abusaba de otras niñas
del barrio. Dijo que la había violado y que se la ofreció a sus amigos mientras
estaba en casa de licencia del ejército. En ese momento, ella tenía 14 años.

Las hermanas de Tessier también contaron que John no estaba
en casa aquella noche tal como había declarado su madre a la policía. Y también
habló de los paseos a caballito. El secuestrador de Maria le dio un paseo a
caballito para ganarse su confianza. Hanley desenterró otra historia de un
paseo a caballito que se había producido tres o cuatro años antes. Solo que en
ese caso, la niña había sobrevivido para contarlo. Conocía al chico del barrio.
Era John Tessier. Los chicos lo llamaban “Commando”.

Mientras tanto, Kot empezó a construir una cronología
detallada del caso. Comprobó que había solo dos fuentes para la coartada de
Tessier: el propio Tessier y sus padres.

Tessier dijo que estaba en Chicago la mañana del martes 3 de
diciembre, haciéndose un chequeo médico. Kot pudo comprobar que era cierto.
Pero se enteró de que Tessier abandonó el centro de reclutamiento al mediodía.
Más tarde fue visto en Rockford, a casi 150 kilómetros de Chicago, sobre las
19:15. Pero no había ningún testimonio que verificara su paradero entre el
mediodía y las 19:15, lo que significaba que podía haber vuelto fácilmente a
Sycamore antes de aparecer en Rockford.

Los informes iniciales establecían la desaparición de Maria
alrededor de las 19. La madre de Maria dijo que las niñas salieron a las 18:30
y que Maria volvió a por su muñeca a las 18:40. Pero más tarde, dijo que Maria
podía haber salido incluso a las 17:50. La madre de Kathy estableció la hora
precisa a las 18:02, aunque el motivo de su precisión se había perdido con el
tiempo.

Kot examinó el relato de otro testigo, el repartidor del
gasoil de la calefacción. El hombre conocía a Kathy Sigman y a su familia y
recordaba que la niña lo había saludado cuando estaba entregando el gasoil en
una casa cercana. Él llegó allí a las 18 y estuvo de 15 a 20 minutos
descargando el gasoil. Cuando se fue, sobre las 18:20, no vio a las niñas.

Kot llegó a la conclusión de que Maria había sido raptada
antes de las 18:20. Si Tessier estacionó su auto en la entrada de atrás, donde
encontraron la muñeca de Maria, podía haberse dirigido directamente a Rockford
con la nena en su auto. Era un
viaje de 64 kilómetros, y podía haber llegado a Rockford en menos de una hora.

El llamado realizado con cobro revertido desde Rockford a la
casa de los Tessier —pieza clave de la coartada de John— también encajaba en
esa nueva cronología. Los registros telefónicos mostraban que la llamada fue
efectuada a las 18:57 pero no señalaban desde qué lugar de Rockford había sido
realizada. Tessier podía haber llamado a su casa desde una cabina en las
afueras del pueblo.

Puede ser que la coartada de Tessier no fuera tan infalible
después de todo. Y conforme Kot y Hanley ahondaban en el caso, descubrieron
también un motivo por el que la policía de Sycamore no había analizado más de
cerca a Tessier como sospechoso. Su padrastro era amigo del jefe de policía. Y
el padre de su novia trabajaba en la oficina del sheriff.

John dijo que se había reunido con su novia, conocida
entonces como Jan Edwards, porque tenía una cita con ella, aproximadamente a
las 21:20 de aquella noche. Kot y Hanley siguieron la pista a la novia hasta
Florida. Jan dijo a los policías que no vio a Tessier la noche del 3 de
diciembre. Sus padres estaban tan preocupados con la desaparición de Maria que
no la dejaron salir de casa.

Hanley le preguntó a Edwards si tenía una foto de John de
1957. Deseaba poder enseñar una foto a la amiga de Maria, Kathy, que había
visto al secuestrador “Johny”. Como Tessier fue expulsado del colegio, no había
una foto suya en el anuario escolar. Pero Jan Edwards encontró una foto de
John, tomada en junio de 1957. En el reverso estaba firmada: “te quiere,
Johnny”.

Arresto

Kathy Sigman estaba casada y tenía tres hijos. Hanley sacó
seis fotos y las colocó sobre la mesa. Cinco de ellas se habían sacado del
anuario del instituto de Sycamore. La foto de John Tessier era un poco
diferente. Tenía el cuello abierto y el fondo era más oscuro.

Kathy eliminó varias fotos inmediatamente pero se quedó
mirando dos: la nº1 y la nº 4. Las estudió durante dos largos minutos. “Es él”,
dijo finalmente, señalando la número 4. No tenía dudas.  Ahora los detectives tenían un auténtico
sospechoso. Era hora de hacerle una visita a “Johnny”.

Dos policías de Seattle que se habían unido al caso, se
enteraron de que la “persona en cuestión” trabajaba en un bloque de
departamentos para personas de la tercera edad. Se hacía llamar Jack McCullough
porque se había cambiado el nombre a principios del  90 cuando se casó con su cuarta mujer, Sue,
hacía casi dos décadas. 

Era un ex policía. Los agentes examinaron su expediente y
descubrieron un pasado escabroso. Se enteraron de que había sido expulsado de
la policía después de haber sido acusado de abusar de una menor de 15 años que
se había escapado de su casa. También supieron de la foto de su hija de 11 años
desnuda escondida en el fondo de un cajón.

La policía arrestó a McCullough el 29 de junio de 2011
cuando terminaba su turno como vigilante nocturno. El hombre fue llevado a la
sala de interrogatorios de la comisaría central de Seattle. Hanley le leyó sus
derechos. Al principio, McCullough parecía amable y se puso a charlar con
Hanley. Pero se enfureció cuando le preguntaron por su familia. Negó haber
agredido sexualmente a su hermana Jeanne, aunque admitió que había sido infiel
en varias ocasiones. Pero “eso no me convierte en asesino”, dijo.  Después se inclinó hacia delante y dijo: “Yo
no rapté a esa niña”.

McCullough aceptó someterse a la prueba del polígrafo, pero
se resistió cuando las preguntas se hicieron más personales. Se quitó los
cables y se negó a seguir con la prueba. Se negó a reconocer que su madre había
dicho que él había matado a Maria. “¡Eso es mentira! Mi madre me quería”,
protestó.  “Te das cuenta de que estás
arrestado”, dijo el policía. Después, llamó a Clay Campbell, fiscal de
Illinois.

Al día siguiente, Campbell se reunió en su oficina con dos
ayudantes para ver el video del interrogatorio. Los fiscales iban de un lado
para otro. ¿Tiene suficientes pruebas para acusarlo?

Campbell sabía demasiado bien los obstáculos a los que se
enfrentaba. Las pruebas eran antiguas; algunos testigos habían muerto. “Los
crímenes no resueltos son importantes”, dijo por fin. “Hay una familia que
nunca supo quién mató a su hija”.

Jack McCullough volvió a Sycamore esposado el 27 de julio de
2011, el mismo día que las autoridades exhumaron el cadáver de Maria Ridulph.

Llevaron el cuerpo a la oficina del forense. No se recuperó
el ADN de ninguna otra persona, pero por fin conocieron la causa de su muerte,
algo que no había logrado la investigación forense en 1958. El antropólogo
forense señaló que la niña tenía unos arañazos en el esternón provocados por una
hoja afilada. Alguien le había hundido un cuchillo en la garganta y le había
rajado hacia abajo al menos en tres ocasiones.

El hombre al que la policía halló responsable iba camino a
la cárcel de Sycamore. McCullough se enfrentaría a un juicio por violación
antes de enfrentarse al juicio por el asesinato de Maria.

Los fiscales pensaron que el caso de violación contra
McCullough sería más sólido que el de asesinato. Jeanne se sentó en el banco de
los testigos en abril de 2012, y a ella la siguió Michelle Weinman, quien dijo
a las autoridades que solo tenía 15 años cuando John Tessier abusó sexualmente
de ella.

Los abogados defensores de McCullough tomaron una decisión
estratégica para intentar que el juicio quedara en manos de un juez y no de un
jurado. El juez se centraría en las cuestiones jurídicas y en las pruebas,
mientras que los miembros del jurado se dejarían llevar por sus emociones. Y
así fue. La jueza Robbin Stuckert se planteó muchas dudas. Se preguntaba por
qué la demandante había esperado décadas para dar a conocer el delito. Y ¿por
qué había tantos claroscuros en la historia de Jeanne?  La jueza absolvió a McCullough y vituperó a
los fiscales. Campbell dijo que el veredicto era un “error judicial”.

Frente a la justicia

Jack McCullough estaba tan contento con el resultado del
juicio por violación que quería que la misma jueza fallara la acusación por
asesinato. Pensó que contaría con una amiga en el estrado.

Pero la guerra verbal entre Stuckert y Campbell llevó a la
jueza a retirarse del juicio por asesinato. El caso fue derivado al juez James
C. Hallock, quien tenía poca experiencia en casos de asesinato, tomó dos
resoluciones vitales antes de que empezara el juicio. Las dos estaban
relacionadas con los “testimonios de oídas”.

En un juicio hay dos tipos de testimonios. El testimonio
directo corresponde a lo que los testigos ven y oyen con sus propios ojos y
oídos. El “testimonio de oídas” corresponde a lo que una tercera persona dice a
los testigos que ha visto u oído. Como el acusado tiene derecho a enfrentarse a
los testigos mediante un turno de preguntas y repreguntas, generalmente no se
admite el testimonio de oídas. Pero hay excepciones, en particular cuando los
testigos han muerto.

El caso Ridulph se había reabierto como consecuencia de la
afirmación que hizo la madre de McCullough en su lecho de muerte en 1994. Los
fiscales alegaron que dicha declaración daba pie a que se aplicara la excepción
del testimonio de oídas. El juez dijo que permitiría que Janet Tessier
testificara acerca de lo que su madre le había dicho en su lecho de muerte.

El juez también dictaminó acerca de otra excepción de
testimonio de oídas planteada por los abogados defensores de McCullough.
Querían que el juez aceptara como prueba los informes sobre el caso del FBI de
1957 y los registros de los llamados telefónicos. Argumentaron que los
documentos eran claves para la coartada de su cliente.

Pero Illinois no permite que los informes policiales
reemplacen a los testigos reales. Generalmente, son los autores de los informes
—los propios policías e investigadores— los que son llamados a declarar. Pero
en este caso, los agentes del FBI habían muerto.

Los informes demostraban que Tessier había sido puesto en
libertad después de que los agentes del FBI lo hicieran pasar por el detector
de mentiras. Tessier declaró que estaba a 65 kilómetros en el momento en que
Maria fue secuestrada. Sus padres y los empleados de las oficinas de
reclutamiento de Chicago y Rockford confirmaron su paradero: estuvo en Chicago
por la mañana y en Rockford a las 19:15. El juez no admitió esos informes como
prueba.

Había otra forma de escuchar el testimonio de la coartada:
llamar al acusado. Entonces estaría expuesto a los interrogatorios de los fiscales
y eso era peligroso para un acusado que había contado versiones contradictorias
y mostrado una conducta errática.

Durante el juicio, en septiembre de 2012, la declaración de
Kathy Sigman en el estrado fue determinante cuando volvió a contar cómo un
extraño que decía llamarse Johnny les ofreció llevarlas a caballito, y cómo
desaparecieron Maria y Johnny cuando ella fue a su casa a buscar las manoplas.

Kathy se mantuvo firme cuando le mostraron las seis fotos de
los sospechosos que ya había visto en 2010. Janet Tessier testificó acerca de
la declaración de su madre en su lecho de muerte. La defensa contaba con su
propio testigo, la hermana de Janet, que también había estado junto a su madre.
Declaró que lo único que había oído decir a su madre fue, “él lo hizo”. No
podía decir a quién se refería con “él” ni a qué se refería con “lo”.

Después tres soplones de la cárcel confirmaron que en una
conversación con McCullough, este había admitido que había matado a Maria. El
juicio duró cuatro días. McCullough no subió al estrado, por lo que no pudo
presentar su coartada. El juez dictó el veredicto. Culpable de todos los
cargos: asesinato, secuestro y abducción de una niña. Y Johnny fue a prisión.

Hoy, McCullough, de 74 años insiste: “He sido acusado y
condenado por un asesinato que no cometí”. Habla de su madre como si fuera una
santa y dice que Janet es una mentirosa. El hombre presentó un recurso durante
el año pasado, argumentado que no es razonable que el juez decidiera admitir la
confesión de su madre en su lecho de muerte y no los antiguos informes del FBI.

No puede rebatir nada sobre la foto desnuda de su hija de 11
años escondida en un cajón. Dice que su hija tenía problemas con las drogas y
el alcohol, que lamenta haber admitido en su casa a la adolescente fugada
cuando él era policía. “Me tendió una trampa”, afirma.

La mujer de McCullough desde hace casi 20 años, Sue, y su
hijastra han escrito cartas al tribunal para expresar su apoyo. Las dos están
convencidas de que es víctima de una injusticia.

Este caso de secuestro y asesinato de hace 55 años tenía el
típico punto débil de los casos sin resolver: las pruebas físicas se habían
perdido. No se encontró el arma del crimen. Muchos de los testigos estaban
muertos. Y la decisión de prohibir cualquier prueba sobreviviente —incluso los
informes policiales antiguos— pudo ser definitiva.

Pero los testimonios convencieron al juez de que McCullough
era el asesino. Sabía que su decisión iba a ser recurrida, y que el proceso
probablemente tardaría dos años. Los tribunales de apelación son impredecibles,
y en este caso hay muchas cosas que considerar: la cuestión del testimonio de
oídas; la credibilidad de los informantes de la cárcel, la fiabilidad de la
identificación del testigo presencial, etc.

El fiscal Campbell es consciente de la cantidad de
cuestiones que surgen en torno a muchos casos tras la condena, especialmente en
casos antiguos abiertos. “Cualquier tipo de caso antiguo abierto genera
preguntas, y si quieres que te diga la verdad, creo que es saludable que eso
ocurra”, dice Campbell. Cita una triste verdad sobre el sistema de justicia
penal: es falible.

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