Tras una terrible tragedia, dos hermanos se reencuentran con su familia.
En el verano de 1980, en la zona sur de Los Ángeles, Daniel Fong, de ocho años, jugaba con unas cajas de cartón vacías en el piso del Mercado Golden State, comercio de sus padres, cuando tres hombres entraron. Uno de ellos iba armado.
“El tipo exigió dinero”, recuerda Daniel ahora. “Creo que mi mamá buscaba el dinero que tenían bajo el mostrador. El hombre le disparó. Mi padre corrió para auxiliarla. Le disparó a él también”.
La policía detuvo a John Westley Hayes dos días después. El delincuente confesó haber asesinado a Leonard y Susan Fong, y a Ramond Vásquez, a quien le había disparado en un puesto de hamburguesas unos días antes del homicidio de los Fong. Lo sentenciaron a muerte por dos de los homicidios, pero tras una apelación, le dieron cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Después de los asesinatos surgió la duda de quién se haría cargo de Daniel y de su hermano, Leonard, cuatro años menor. A los dos chicos los había cuidado Ying-Ying, su abuela paterna, y Sui Tong Ng y “Po-Po”, sus abuelos maternos, quienes habían llegado de Hong Kong el año anterior.
La tradición china suele favorecer a la familia paterna, así que a los chicos no les preocupó que los mandaran a vivir con Ying-Ying. “Ella era parte de mi niñez”, dice Daniel.
Sin embargo, lo que ignoraban Daniel y Leonard era que no se iban a quedar con Ying-Ying. Ella les había informado a su hija, Sue, y a su yerno, Tommy, que sería responsabilidad de ellos criar a los huérfanos. “De pronto hicieron nuestras valijas y nos sacaron”, recuerda Daniel. “Llegamos al aeropuerto de Toronto en el otoño. Era un mundo nuevo y deprimente”.
Daniel y Leonard sentían que sus nuevos tutores no estaban contentos con la carga. Con tres hijas y un hijo propios, Tommy y Sue tuvieron que mudar a la familia a una casa más grande en Mississauga para dar cabida a los chicos. Al cabo de un par de años, Ying-Ying falleció y Daniel y Leonard perdieron el último eslabón con un pasado familiar.
“En nuestro nuevo hogar siempre sentimos que éramos una molestia”, afirma Leonard. “Parecía que nos castigaban por cosas que hacían sus hijos. Nos decían: ‘Son tontos, sus maestras piensan que son tontos’. Si llegábamos cinco minutos tarde a cenar, no comíamos”.
A Daniel y Leonard jamás les dieron llaves de la casa, que sí tenían los hijos de la pareja. Si Daniel llegaba después de las diez de la noche, encontraba la puerta cerrada con llave. Entonces dormía en casa de algún amigo o se pasaba la noche paseando en patineta. “Me estaba criando en una patineta”, comenta Daniel.
Los chicos aprendieron lo que eran las familias amorosas por sus amigos. Fue una revelación. “Tenían llaves, sus padres les cocinaban y les dejaban de comer”, dice Leonard. “Comparábamos su vida con la nuestra”.
En 1989, cuando Daniel tenía 17 años, tras una pelea con su tío, se fue de la casa con su patineta y la ropa que llevaba puesta, y jamás volvió.
Durante los siguientes meses se quedó en casa de un amigo. Cuando cumplió 18 años, heredó su parte del patrimonio de sus padres, unos 200.000 dólares. En los siguientes cinco años fue y vino entre Ontario y la Costa Oeste de los Estados Unidos, y por último se matriculó en la Universidad Emily Carr de Arte + Diseño, en Vancouver.
A Leonard le llegó el turno a los 16 años. Después de una pelea más, también se fue a vivir con la familia de un amigo. Dos años después, Leonard se reunió con Daniel en la Columbia Británica y terminó allí la secundaria. Luego de unos años decidió viajar por el mundo, y en Venecia conoció a Jennifer, con quien se puso de novio. Leonard volvió a Canadá, donde estudió fotografía durante dos años en el Colegio Sheridan; luego se mudó a Nueva York para iniciar su vida profesional. Felizmente, seis meses después, Jennifer también se mudó a Nueva York y empezó a trabajar para la ONU.
Cierto día de septiembre de 2009, Leonard tecleó ociosamente su nombre en Google. La información que apareció no era sobre él, sino sobre su progenitor, Leonard Fong, padre: un documento de la Suprema Corte de California acerca de la apelación de John Westley Hayes, el asesino de sus padres. Era un nombre que Leonard jamás había oído, y por primera vez leyó los detalles de aquel crimen. Los documentos contenían otra sorpresa: ese día, en el comercio, hubo una tercera víctima. Se llamaba Yuk Chun Wong.
Leonard quedó pasmado: Yuk Chun Wong era su abuela materna, la mujer que los chicos habían conocido como Po Po hacía tantos años. Hayes la había herido en la cadera cuando la madre fue a auxiliar a su hija.
—¿Estuvo ella allí? —le preguntó Leonard a su hermano.
Daniel no se acordaba.
A Jennifer se le ocurrió dar a Leonard un regalo sorpresa el día de su cumpleaños. Buscando en las bases de datos y en los registros de cementerios chinos en la zona de Los Ángeles, encontró unas copias de las actas de defunción de los Fong. En ellas estaba la ubicación del lugar donde los enterraron, en el este de Los Ángeles, así como la dirección de su antigua casa. En octubre de 2009, Leonard decidió viajar solo al oeste para visitar sus tumbas, “únicamente para tener un poco de paz interior”, afirma.
Primero, visitó las dos sepulturas en el cementerio chino del este de Los Ángeles; luego, con la dirección de la vieja casa familiar, se dirigió allá para verla.
El lugar era tal como lo recordaba. Pero se preguntaba qué habría pasado con el viejo cenador y el estanque de peces carpa donde solía jugar de chico. Seguramente a los ocupantes de la casa no les molestaría que fuera a mirarlo. Subió al porche y llamó a la puerta. Se abrió una ventana. Una voz de mujer dijo algo en chino.
—Yo solía vivir aquí —respondió Leonard en inglés—. Cuando tenía cuatro años.
Hubo una pausa.
—¿Daniel? —preguntó la mujer.
—Daniel es mi hermano. Yo soy Leonard.
Dentro de la casa se escucharon gritos y un gran alboroto. La puerta se abrió de golpe. Había dos mujeres de pie, llorando.
—Soy tu tía —dijo una de ellas—. Esta es tu Po-Po.
Hicieron pasar a Leonard y, como un torrente, fluyeron casi 30 años de historia: después de los asesinatos, cuando Po-Po salió del hospital, ya se habían liquidado los bienes de su hija y su yerno, y se habían llevado rápidamente a sus dos nietos a Toronto. Ying-Ying había dejado una dirección en Toronto, pero cuando la familia se mudó a Mississauga con los chicos, no informaron a sus familiares maternos en California del cambio de domicilio. A causa de la barrera del idioma, Po- Po y su esposo, Sui Tong Ng, habían perdido por completo el contacto con sus nietos.
No obstante, en la venta de los bienes, Sui Tong Ng compró la casa familiar. Aunque sus hijos querían que él y Po-Po se mudaran, ellos se mostraron inflexibles en su decisión de quedarse, con la esperanza de que algún día sus nietos encontraran el camino de vuelta. La casa estaba casi igual a cuando Daniel y Leonard habían vivido allí, hacía tantos años. “La cocina era idéntica —afirma Leonard—. El papel tapiz, todo”.
Leonard sacó su celular e hizo un llamado a Vancouver.
—Daniel —dijo—, jamás adivinarás dónde estoy en este momento.
Po-Po fue a buscar una foto de los dos niños, de uno y cinco años de edad. Hubo varios llamados telefónicos, llenos de emoción, y entró gente por las puertas delantera, trasera y lateral. De pronto, la habitación estaba llena de parientes, algunos de otras partes del país. Más que coincidencia, Leonard está convencido de que el destino lo llevó a ese lugar en ese momento.
Toda la familia estaba reunida allí para llorar la muerte de Sui Tong Ng, a quien habían enterrado el día anterior. Así que, en la muerte, el abuelo de los muchachos, que había conservado la esperanza durante tantos años, había vuelto a unir a su familia.
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Dentro de la tristeza y la desgracia, la unión de todos que lindo,una historia de vida,de fuerza y de amor.- Me encantó!

Hermosisima historia

Qué hermoso final para esos jóvenes. La vida tiene sus vueltas y ellos pudieron encontrarse con su familia. Muy conmovedora la historia.-

Una historia muy conmovedora.

Pobres chicos cuánto sufrimiento, felizmente todo terminó bien.

Cuanto dolor tuvo que sufrir esa familia pero es lindo saber que pudieron reencontrarse

Me emocionó mucho que por fin pudieran encontrar a la familia que sí los amaba.

Que historia conmovedora!!!!!!!!!

EL AMOR ,LA FUERZA Y LA CONSTANCIA ,TRIUNFARON.......GRACIAS A DIOS QUE LOGRARON REUNIRSE.....

amor fuerza esperanza,tuvieron la emocion de poder encontrarse, y gracias dios tu su final feliz

Dice el sabio Salomòn,en su "Cantar de los Cantares",que "Mas fuerte que la muerte ,es el amor"...El amor ,lo logra todo;y como podemos comprobar en esta historia,pudo una ves mas,traspasar la muerte,para concretar su esperanza.....Gracias por compartir una historia tan hermosa y emotiva...

Hermosa historia¡¡¡¡¡

esta historia ,llego a lo mas profundo de mi ser.la vida da tantas vueltas.

son historias que vale la pena escucharlas, amar donde nacimos y a pesar del dolor regreso y la vida lo premio con el AMOR ESPERANDOLOS,GRACIAS X COMPARTIRLA,CARIÑOS AMALIA

es una nota que de verdad te pone la piel de gallina, lo que es la vida. aveces nos quejamos por tan poco sin ver que otras hay personas que la pasan peor que nosotros....

muy buena historia

Que buen relato.

conozco casos parecidos muy buena nota...lo q es la familia para uno a veces no la valoramos hasta q ya no la tenemos

Lo lei antes en la revista,y no lo niego...se me escapo una lágrima,es conmovedora

Coincido con Abu, leí la nota en la revista y confieso que me conmovió muchísimo

Excelente nota. Primero Dios, nunca más se perderán de vista. A mi familia le sucedió algo parecido. Encontramos unos primos después de muchísimos años, un día después que falleció su padre. Estoy al borde de las lágrimas. Los felicito.

hermosisima la nota, muy conmovedora me emociono mucho

NUNCA HAY QUE PERDER LA ESPERANZA!!!!!!!!!!!!!! Michèle

¡¡¡Qué suerte que después de una gran pérdida como son los padres, hayan podido recuperar el resto de la familia!!!! "Nunca es tarde cuando la dicha es buena". Excelente nota. Gracias por darla a conocer.

QUE HERMOSO PODER RECUPERAR A SU FAMILIA A PESAR DE SU TRAGEDIA

Que linda historia

Realmente tana emocionante como sorprendente. La vida siempre nos tiene sorpresas inimaginables; nos demuestra que siempre después de una gran tormenta...brilla el sol!! Snif... snif. Gracias por este momentito emocionante.

Que triste paras esos chicos que pasen por eso, pero gracias a Dios todo terminó Bien.

TRISTE MUY TRISTE ,UNA FAMILIA DESTRUIDA EN SEGUNDOS POR UN PUÑADO DE DINERO Y TANTO SUFRIMIENTO PARA DOS NIÑOS QUE ASOMABAN A LA VIDA, ABUELA SIN CORAZÓN .NO MAS COMENTARIO .

Hermosa historia.

es reconfortante que luego de haber perdido tanto estos jovenes hayan tenido otra oportunidad de tener de nuevo una familia , del valor que eso significa . En algun momento tendremos otro oportunidad .

muy buena nota

Buen artículo.

Muy Bueno !!!

Hermosa historia

Hermosa la historia, el amor es algo muy grande.

Muy linda nota

Muy conmovedora...que lindo final para la fami lia.

Muy conmovedora historia, de película

barbaro

buen final,despues de una vida amarga....genial!

muy buena

k

m