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¿Se recuperó el legado artístico europeo saqueado por los nazis?

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Durante la guerra, muchas propiedades habían sido tomadas por los nazis. Entre ellas, el legado artístico europeo.

El asombroso hallazgo en la mina Kaiseroda hizo que la visitara el comandante supremo de las fuerzas aliadas, Dwight Eisenhower, y cuatro de sus generales, incluyendo a George Patton.

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Cuando este irreprimible oficial recordó la primera vez que vio los invaluables óleos, escribió: «Los que vi, pienso que valen $2.50 y son de la clase de cuadros que normalmente se ven en los bares de Estados Unidos.» Hubo otras opiniones, pues la colección incluía obras de Renoir, Tiziano, Rafael, Rembrandt, Durero, Van Dyck y Manet.

Pero incluso estas obras maestras fueron superadas por la única obra en posesión de Alemania, el famoso busto de 3,000 años de la hermosa reina egipcia Nefertiti.

Muchos tesoros más fueron hallados en otras minas cercanas. Los generales nazis habían acumulado vastas propiedades de arte, tomadas de ciudadanos y museos de los países conquistados. Muchas obras fueron destruidas durante la conflagración, pero muchas otras fueron devueltas a sus legítimos dueños, gracias a los esfuerzos de los equipos de restauradores que trabajaron con los departamentos de Estado y Defensa de Estados Unidos.

Sin embargo, aún hay miles de obras que nunca fueron encontradas; una reciente compilación en Munich enlista unas 4,000 pinturas europeas consideradas como perdidas.

Robar los tesoros artísticos nacionales de un enemigo derrotado es un tema familiar en la Historia, que se remonta a la época de los ejércitos de Asiria, Egipto, Grecia y Roma, y continúa hasta las campañas napoleónicas y las conquistas coloniales británicas.

Por ejemplo, las imponentes columnas de pórfido rojo, de la mezquita Hagia Sofía de Estambul, fueron robadas de Persépolis por las legiones romanas. Los famosos cuatro caballos que estaban en la cúspide de la catedral de San Marcos en Venecia eran un botín obtenido de la antigua Constantinopla. Las convenciones de guerra de La Haya de 1907 permitían «el rescate de tesoros artísticos de todas las zonas de batalla», pero la rapacidad de los oficiales nazis fue mucho más lejos, apropiándose de obras de países subyugados, valuadas en millones de dólares.

Algunas de ellas fueron expuestas en museos alemanes, pero otras fueron almacenadas secretamente o mostradas en las opulentas mansiones de los miembros de la comitiva de Hitler, que amaban los lujos.

Las unidades especiales de confiscación de Alemania incluían a la eficiente Bildende Kunst (Bellas Artes), integrada por 350 bibliotecarios, archivistas e historiadores de arte. Su labor era registrar y catalogar el invaluable botín, almacenarlo cuidadosamente y, al colapso del Tercer Reich, hallar escondites. Según los expertos, quizá algunas obras no se encuentren nunca, pues la documentación de las obras se perdió o fue destruida en los días finales de la guerra.

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